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LIC. RICARDO JIMÉNEZ Desde muy joven empezó este caballero figurar y adquirir un puesto prominente en el foro, en in política y en la literatura pacionales.
Todo lo que pudiéramos de cir del señor Jiménez resultaría pálido ante los merecimientos que en su larga carrera pública el se ba conquistado dentro y fuera del país.
En los momentos en que es.
cribimos estas cortas líneas, el Lie Jiménez es Primer Designado la Presidencia de la República y Presidente del Congreso Nacional. Mas, sin que sepamos por qué causa, ha presentado la dimisión de esos altos puestes la honorable Comisión Perpanente del Congreso.
Aun no se ha resuelto esa importante renuncia.
Acompañamos estos renglones el retrato de tan distinguido hombre público.
Fot Paynter Lie. don Ricardo Jiménez Zemfira. Me pertenece. Quién pretenderá ahora arrancarlo de mi lado. Pero es tarde. La joven luna ha desaparecido. Las nieblas cubren el campo y mis ojos se cierran mi pesar.
il Es de día. El anciano con su paso vacilante se pasea al rededor de la tienda silenciosa.
Arriba Zemfira, el sol ha salido! Despierta, huesped mío, ya es tiempo de abandonar este sitio. En seguida la horda se derrama con ruido.
Se pliegan las tiendas, los carros están listos para partir. Todo se mueve la vez. Vedlos, ya caminan por la llanura desierta. Los asnos abren la marcha llevando canastos grandes en los que juegan los niños. Atrás vienen los maridos, los hermanos, las mujeres, las hijas, jóvenes y viejos mezclados en un solo grupo.
Qué gritos! Qué bullicio tan encantador. Con las canciones bohemias se escuchan los gruñidos del oso que muerde impaciente su cadena.
Qué variedad de colores briliantes se nota en aquellos vestidos! Los perros aullan al oir la gaita que ronca mientras las ruedas producen un ruido terrible al machacar los guijarros del camino.
Es una banda de bulla y de salvajismo la que pasa; pero que encanta porque toda ella está llena de vida y de movimiento; allí no se nota la tristeza que esparcen las brumas del Norte.
Al compararnos con esa horda bohemia debemos despreciar nuestra flojedad para el trabajo, nuestra languidez indolente, monótona como los cantos del esclavo ruso. Continuará)
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