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Oh! suavidad ignota de las arpas beduinas, oh! levedad galante de vagas muselinas, toda la esencia fluida de la ideal tristeza y toda el alma fragil de la delicadeza, quiero para la estrofa que mi hondo cnlto lleva esta divina Eva, hija lumana de Eva, que pide un grave mármol de la muerta Herculano, un díctalo ateniense y un ritmo wagneriano.
En el navío obscuro donde el Azar navega iré, cansado un día, de la espinosa brega tu jardín bh! Diana! y entonces el escudo depondré ante el hechizo de tu talle menudo, y en el florido huerto, por la vereda estrecha, yo besaré tus plantas y besaré tu flecha.
EMILIANO HERNÁNDEZ. San José de Costa Rica. Febrero 1904 Fot. Rudd Fot. Rudd DESPUÉS DE LA CARGA EN LA CARGA 158