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Bocetos Raros BERTHA Por Ramón Zelaya Después de haberlo presentado Mr. y Mrs. Noyes, sus padres, y luego que se hubo agotado la primera conversación con ellos, Bertha dijo Guillermo. Vamos dar una vuelta por el jardín, señor Estrada. Con mucho gusto, replicó el interpelado, un joven argentino de veintiocho años, literato muy celebrado en España y en latino América. con manifiesta satisfacción, la joven tomó la delantera para mostrarle el camino, bajaron la escalera del primer piso en donde se hallaban, levantándose ella graciosa y ligeramente con la mano izquierda la saya negra de buena seda. En el piso bajo, atravesaron un espacioso comedor de una seve.
ra elegancia, amueblado al estilo Enrique II; se detuvieron algunos momentos en un hermoso invernáculo arreglado con muy buen gusto, y llegaron, por fin, un florido parque familial, con avenidas anchas y alamedas frondosas. Era una tarde clara y tranquila de otoño. La Naluraleza ofrecía el espectáculo de esa melancolía serena, con que todo lo que tiene vida se va acercando a la muerte. Rubia inteligente y erguida, los veinticinco abriles de Bertha no habrían parecido jamás sino diecinueve al más experto fisonomo. Tenía la do ble belleza de un cuerpo elegante, bien modelado por el corte impecable de sus trajes caros; y la de una inteligencia fogosa, cuyos destellos relampagueaban en su mirada azul, fija y escudriñadora. De un espíritu cultivado y fuerte como sólo se encuentran en las americanas del Norte prevalecía por una erudición admirable. De los idiomas vivos, hablaba correctamente el francés, el alemán y el español; y de las lenguas muertas, conocía con alguna profundidad el griego y el latín. Como gran número de norte americanas de la clase acomodada, había viajado mucho por el nuevo y el antiguo Continentes.
Apenas habían caminado unos cuantos metros, cuando Guillermo, en tono confidencial, dijo a su interlocutora. Ya Ud. ve que yo cumplo religiosamente lo que digo, Bertha. No hace todavía diez meses, al separarnos en Munich, después de largas excursiones por Alemania del Sur, que le dije. Antes de un año iré Boston expresamente visitarla en el seno de su familia. aquí me tiene. Cuán raro es, en verdad, replicó ella con aire filosófico, encontrar un hombre que al pie de la letra cumpla con lo que promete. Macho escepticismo demuestra Bertha, hacia unos seres que quizá no conoce; pero en este caso, no me cabe ni el más pequeño mérito, puesto que se trataba de verla usted y de oír su voz una vez más. Mil gracias, interrumpió la americana. eso me huele galantería, y usted sabe muy bien, que yo detesto esas fórmulas de la humanidad hipócrita. No es galantería, mi estimada niña; es, por el contrario, un interés de mi parte, un interés egoísta de literato goloso de impresiones nuevas. No comprendo dijo ella. Pues ya verá usted: Después de las cinco semanas que pasamos viajando solos en las regiones del Rhin, deteniéndonos varios días en cada ciudad y varias horas en eada aldea; al cabo de nuestras frecuentes discusionesque se prolongaban algunas veces hasta muy tarde de la noche en el cuarto de usted. sobre las ideas estéticas de Platón y las tendencias socialistas de 163
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