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ba así: gio: What is he whose grief Bears such an emphasis? whose phrase of sorrow Conjures the wandering stars, and makes them stand Likee wonder wounded hearers? This is I, Your beauty slave!
Al encontrarlo en el teatro dos días después, la joven americana dijo al literato argentino. Mil gracias por su elocuente ramo. Su anonimato es todavía más elocuente para mí. El joven se sonrió y guardó silencio.
Durante la semana entera, el hispano americano y la joven sajona anduvieron juntos, en los teatros, en los paseos, en las regatas de Boston.
El siguiente domingo, por la mañana, Bertha recibió un precioso ramo de camelias, con una estrofa sin firma, escrita en francés, que pricipiaPourquoi, coeur alteré, coeur lassé espérance, Tº enfuis tu si souvent pour revenir si tard?
Esta vez, la letrada americana mostró su agradecimiento con un eloTiene usted mucho talento, señor Estrada; y le rindo sincero homenaje. los paseos siguieron como antes. En muchas partes los tomaban como cónyuges; lo cual divertía mucho a la hermosa bachillera. Por fin, después de una conversación sobre la tristeza que produce en el alma la separación, quizá eterna, de dos personas que por casualidad se encuentran en la vida, se conocen, se aman y luego se van por rumbos opuestos, Bertha recibió un ramillete de bellas rosas, con una dedicatoria que principiaba así: Desde que mi adorada me abandono, De mis labios la risa también voló. Yo daría cualquier cosa, dijo la letrada sajona, por saber quien es esa adorada de Ud. Llegó, por fin, el día en que Guillermo anunció su próxima partida de Boston, con dirección a Europa. Bertha recibió al principio esa noticia con su acostumbrada naturalidad, pero después formulo algunos vagos reproches a su huésped por su precipitado viaje. Hace un mes, señorita, que llegué esta ciudad, no obstante que vine con la intención de no permanecer sino siete días, una semana. Tengo urgencia de llegar París corregir las pruebas de mi próximo libro. La gloria tiene exigencias inexorables. El día del viaje, la americana acompañó su amigo la estación del ferrocarril. cuando se dió el signo de partida, súbitamente, Bertha rompió llorar!
Entonces, con una frialdad casi irónica, el escritor le preguntó. Si esas no son lágrimas de amor, ni de ninguna otra clase, dígame niña. de qué serán. Guillermo. exclamó ella como herida en el alma usted es un monstruo de crueldad. No, Bertha, terminó él sonriendo: soy un simple latino americano!
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