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En Cartago Historia de una institución importante Fué el presbítero don Joaquín Alvarado un sacerdote de alma nobilísima y de espíritu eminentemente cristiano. Muy joven terminó sus estudios ecle siásticos y se consagró con fe ardiente al cumplimiento de su ministerio y al alivio de las miserias humanas. Creó en su casa una escuela para niños pobres, y en ella los desheredados de la fortuna recibían el pan del alma y el del cuerpo. El virtuoso sacerdote educaba gratuitamente sus alumnos y les suministraba alimentos, traje y útiles escolares.
Cuando nuestra patria se vió azotada por la peste en 1856.
el padre Alvarado llevó su caridad hasta el heroísmo.
Hace 18 años concibió el virtuoso sacerdote la idea de fundar un asilo para huérfanos. al efecto, donó al Municipio de Cartago su finca de Birrís. Enajenada Doña Dolores Jiménez de Sancho ésta, se empezaron los trabajos, Nacida el 11 de Junio de 1821 y solo en la construcción de paredes de tres alas se invirtió la suma de 37. 000. Murió el magnánimo fundador de la obra con la pena de ver paralizados los trabajos por falta de fondos y legó a la institución el resto de su fortuna, constituida ya solamente por dos fincas de escaso valor: La Pólvora y La Chinchilla.
Estos inmuebles forman parte del capital del Hospicio.
Pasaron 15 años, cuando un suceso ocurrido en circunstancias harto doiorosas para ser recordado, cubrió de luto el hogar de la noble señora doña Dolores Jiménez de Sancho. Esta señora no vacilo, la muerte de su hija la señorita Telia, en llenar los deseos de ésta, y se apresuró llevarlos a la práctica. Con un desprendimiento sin ejemplo puso la fortuna de su hija, fortuna que ascendía la respetable cantidad de 110. 000. poco más o menos, al servicio del noble proyecto del padre Alvarado.
La buena suerte de los huérfanos de Cartago inspiró la señora Jiménez de Sancho, quien depositó su confianza en su sobrino, el respetabie caballero don Francisco Jiménez Oreamuno, y en él ha encontrado un poderoso auxilio y un modelo de administradores.
El señor Jiménez, con un interés digno de la causa que ha dedicado y dedica sus esfuerzos, ha reformado el plano original del Hospicio, 167