Guardar Descargar

Los Zingaros (POEMA RUSO)
por Alejandro Sergiesievietch Pouenkine (1799 1837)
VERSIÓN CASTELLANA por José Fabio Garnier III El joven Aleko pasea una mirada inquieta por la gran llanura yue frente éi se extiende y que se pierde allá lo lejos diluyéndose en un color oseuro que contrasta con el de los celajes del hori.
zonte.
No se atreve confiar a nadie la causa secreta de su pesadum.
bre. Mientras tanto Zemfira, la bella bohemia, de ojos negros y cabellos oscuros, está su lado.
Don Francisco Jiménez Ahora, Aleko es libre. El mundo se presenta ante él tau grande, tan pérfido y tan vengativo como es. Ahora está en libertad, sintiendo sobre su cabeza los rayos de un sol que brilla con todo el esplendor del medio día.
Entonces ¿por qué tiembla en su pecho el corazón de aquel joven. Qué secreto fastidio, que recuerdos tristes le atormentan. El pajarillo al que cuida con amorosa solicitud el buen Dios, no conoce ni inquietudes ui trabajos. Por qué se fatiga para tejerse un nido sólido y durable? La noche es larga, pero una rama le basta para dormir. Viene el sol con su gloria, el pájaro escucha la voz de su Creador, saeude las alas y lo saluda con sus trinos amorosos.
Después de la primavera, esplendor de la Naturaleza, viene el vera.
no con sus ardores, y luego el otoño trayendo nieblas y fríos. El hombre no puede dejar su patria, como las aves, para librarse del invierno. Hacia lejanos países de climas templados, más allá del mar azul que borda de espumas las faldas de nuestra Rusia, el pajarillo vuela para regresar cuando la primavera adorne con flores perfumadas la frente de nuestra madre patria.
El diesterrado nómada es como el pajarillo. Para él no hay una morada fija, para él no hay reglas que ajustarse. En todas partes encuentra un abrigo para dormir. Cuando el alba lo despierta, abandona su día la voluntad de Dios. El trabajo de la vida no turba jamás la calma indolente de su corazón. veces los encantos de la gloria cintilan ante sus ojos como estrellas lejanas. veces se acuerda del lujo y de los placeres. veces el rayo amenaza su cabeza aislada en medio del desierto; pero él siempre duerme tranquilo lo mismo bajo un cielo sereno como bajo la tempestad que ruge en lo alto del firmamento. Las dos estrofas señaladas con comillas tienen una medida diferente a la de todo el poema)
169