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Zemfira. Estaba acompañando mi padre. Hace poco un espíritu te atormentaba. En sueños tu alma sufría una tortura terrible. Me has asustado, Roncabas, tus dientes castañeteaban y luego me llamaste.
Aleko. He soñado contigo. Me parecía que entre nosotros. He tenido un sueño terrible.
Zemfira. No hagas caso de los sueños. No creas en ellos.
Aleko. Ay, Zemfira, no creo en nada, ni en los sueños que me mortifiean cuando duermo, ni en las dulces promesas que me consuelan cuando sufro, ni en tu corazón que dices palpita junto al mío. Sabes? Soy el hombre de la duda. No eres en nada.
VIII El anciano. Por qué, joven Aleko, suspiras siempre? Aquí todos somos libres, el cielo es sereno. por qué, entonces, dejas que el pesar habite en tu pecho? No llores.
Fot Full Otra vista en Puntarenas Aleko. Padre, ya Zemfira 10 me ama!
Elanciamus. Copsuélate, hijo mío. Zemfira es todavía una niña. Tu melancolía 1) tiene razón de ser. Amar, para tí es una amargura. Amar, para el corazón de las mujeres, es un juego. Ellas imitan a la luna que en la ancha bóveita itzul yaga en libertad. La luna eneuentra un nubarrón y lo rodea con sus rayos de plata, pasa éste y vienen otros que deben pasar también. La mujer es como la luna, ilumina con sus miradas un hombre, pasa ésie y otro y otros muchos se ven rodendos por el amor de aquella mujer y todos pasan lo mismo que los nubarrones. Quién le diría la luna: Permanece ahí. Quien puedle indicarle un lugar en el cielo? Ahora, dime, 184