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Los Bueyes Ver ictis Fot Rudin Van con su lento andar; estremecidas las musculosas testas bruscamente bajo el yugo oprobioso; las enormes pupilas en las órbitas se mueven con una triste lentitud y nada pone viveza en ellas; permanecen clavadas en el suelo y nada miran sino la senda misma, y nada advierten sino el tropiezo próximo: ellos saben enán dolorosa es la caída siempre y como aumenta ese dolor el hierro de la aguda pica introduciéndose en su trémula carne atormentada.
De los hocicos jadeantes penden brillantes hilos que en el blanco polvo trazan complejas curvas, que parecen los misteriosos signos con que escriben estos desheredados de la suerte, en la página imensa del camino, la sombría odisea de sus crueles marchas interminables, a lo largo de una ruta sin fin.
Los tardos bueyes son los esclavos del trabajo: nunca sus formidables nervios estremece la conmoción del goce, ni el espasmo de la pasión, ni el súbito deleite del ardoroso amor.
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