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queña.
Hoy, Domingo de Ramos, estas horas la gente campesina, muy acicalada, viene corriendito para la iglesia del pueblo. Quién estuviera por allá para observar una ocasión más las primorosas doncellas del campo y fijarse cómo, a la vista de las primeras viviendas, se abrigan con recato la cabeza en el rebozo de colores y se lavan los pies, hasta dejarlos muy biancos, en la fuente que circunda al lugar. cómo sonará el repiqueteo muy alegre de unas campanas! cómo se verá por la calle larga de la villa ch movimiento irregular de una muchedumbre que camina!
Es que sacan nuestro Señor del Triunfo de la morada de una señora que tú y yo conocimos. Recuerda. en aquel punto pernoctó el Señor y ahora la conducen, con palmas, hacia el templo. horcajadas va una tradicional borrica. Cómo le crujirán las coyunturas al Santo con el ejercicio. En años anteriores le crujieron no es cierto?
Los dos conocemos a la borrica de Nuestro Amo: es orejona, peluda y peCuánto la quisimos! Vagabunda se vivía por las propiedades de los vecinos. Me parece verla perdida entre una multitud sudorosa, que va rezando media voz las oraciones. por sobre el mar de cabezas el Señor del Triunfo destaca su hermosa figura. Así tamaños sus ojos negrisimos y muy negra su barba. Cómo brilla su cabellera postiza y engomada! Su cabellera, no lo olvides! Tu madre te la recortó, cuando eras niña, para dársela al Santo en pago de una promesa ofrecida en horas de infortunio.
Recuerda que el Señor se detiene en su marcha triunfal, porque haila las puertas del templo cerradas. Cesa entonces el alboroto de las campanas y de la música. Se cambian unas frases y ceden los postigos. Entra el Señor, cuidadosamente, lo bajan de su cabalgadura y lo colocar en el Puerto de los Olivos. sa vez, la turba se retira y lleva las palmas benditas. Las palmas!
Aquellas que con quemarlas aplacan una tormenta y que por lo mismo pre.
cisa guardar en el armario colocar con gracia en la pared.
También cuando érames chicos nos quedábamos, como lo harán los de hoy, junto a la barandilla del Huerto. Este huele cipres y se engalana con las mejores piñas, naranjas y racimos, con las semillas tempranas que revientan en explosión de verdura. cómo nos asustaba aquel San Pedro seriote y de patillas que tiene una espada en la diestra!
Él mismo apóstol viejo y bonachón, quien pocas semanas antes ni nos atrevíamos mirar en lo alto de una mesa!
En cambio que gustarnos aquel San Juan, con su carita de niño, con la vista al cielo, con la copa en una mano! Si grandes hubiéramos sido, no permitiéramos que tuviesen de rodillas y en actitud suplicante al mismo Se.
por que días atrás estaba satisfactoriamente sentado en el sillón de su camarín, con la vista muy fija en los fieles.
No olvides este detalle del Huerto: los gallos de la Pasión. De aquí los veo dormir, muy tristes, en un rincón oscuro del Huerto. Ahora, seguramente, duerınen sobre una pata y con la cabeza bajo el ala. Recuerdas con qué respeto escuchábamos su canto ronco y prolongado, semejante al ruido en desórden de una cuerda de reloj que se rompe?
Al coneluir pegaban el pico en el suelo.
Hé aqui por qué siento que mataran el gallo consabido.
Amiga mia: yo comenzaba a eneariñar con él.
JOAQUÍN GARCÍA MONJE. Escrito en Santiago de Chile. 196
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