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bre el Oriente, acabaría, al fin, y con pocos esfuerzos quizás, por aniquilar las tropas del Mikado? en presencia de la catástrofe que se prepara. qué actitud asumen las naciones de la Europa y la Gran República de Norte América? Ni una voz de protesta, ni un esfuerzo en favor de la solución pacífica del conficto.
Pensaría cualquiera que gozan ante la perspectiva de la salvaje carnicería; que las entusiasma la ilusión de ver qué lecciones prácticas aprenden para hacer uso de ellas siempre que llegue el caso de atentar contra los derechos de los pueblos débiles.
Es verdad que de veinte años esta parte el Japón, debido a su propia iniciativa y su constante deseo de mejoramiento, ha venido ocupar puesto de categoría entre las grandes potencias de la tierra: la guerra con China completo, si así puede decirse, educación que estaba recibiendo, la yez que le hizo aun mucho más patente el error cometido por su adversario al oponerse al avance de las corrientes transformistas, esto es, al espíritu de la época que lo ha revolucionado todo: tradiciones, intituciones, creencias.
Fue ese mismo espíritu el que enclavó en las murallas de Pekin el estandarte victorioso del Mikado. El número cayó abrumado al empuje de los elementos de fuerza con que abastece parques, astilleros y arsenales la inventiva de la moderna ciencia de la guerra. Rusia no es la China; el Czar lo sabe bien; en sus dominios el núme.
ro abruma; las legiones de combatientes son incontables; el soldado ruso ha sido convertido palos en máquina de destrucción; dispone de fusiles y cañones los más perfectos que haya podido producir la industria humana; sumas fabulosas ha invertido en acorazados para dominar los mares; ha pene.
trado con los rieles en las vastas soledades del Asia, y se ha empeñado en poblarlas para tener a la mano, llegado el saso, ejércitos de reserva; ba sustituido, en fin, y de este modo, el espíritu de conquista al espíritu de libertad.
El Japón parece contar con un aliado: la China: el país inmenso que ayer no más humilló y venció; pero la barrera que oponga la China las huestes del Czar no ofrece resistencia: un regimiento de cosacos la despedazará con pocos cañonazos: mientras mayor sea el número de chinos que se adelanten al encuentro de los guerreros del Norte de la Europa, la hecatombe será mayor. Queda el Japón, solo con sus elementos únicos, haciendo irente la avalancha.
El choque entre rusos y japoneses será pavoroso; y el resultado final puede desde luego vaticinarse, ya que por desgracia para la humanidad han pasado, para no volver, los días en que la honda de David podía ser libertadora de pueblos. es indudable que la memoria del autócrata moscovita se agolparán las palabras escapadas de los labios del viejo Czar después del funesto de Diciembre, cuando creyendo ver extinguido para siempre el sol de la libertad en el Occidente de la Europa, arrojó sus ensoberbecidas huestes sobre Constantinopla. Ha llegado la noche; és esta la hora de Macbeth.
Mas, ah! en esta ocasión, para desgracia del Oriente, no se repetirá Se.
bastopol.
ALIRIO DÍAZ GUERRA Combinado ya el teléfono y el fonógrafo por el sabio danés Herr Valdemar Poulsen, ha resultado el aparato maravilloso que llama su inventor telegrafófono, por medio del cual pueden trastnitirse distancias discursos, canciones y piezas de música, lo mismo que cualquier conversación que quieran sostener amigos ausentes, y el aparato repitirá las transmisiones recibidas cuántas veces se desee, 214