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El Santo abogado se encogió de hombros y guisa de pasatiempo empezó trabar conversación con San Pedro. Qué cargo desempeñas en el cielo?
Qué cargo? Soy el portero. Cómo, por cuánto tiempo. Para siempre.
Ah! vamos, perpetuidad. Entonces tendréis firmada una escritura. No hay tal escritura ni cosa que lo valga, ni maldita la falta que hace!
Cómo que nó? Pero conocéis, grandisiimo inocente, que si el mejor día se le ocurre Dios, os destituye sin más ni más del cargo que con tanto celo venís desempeñando desde larga fecha, sin que podáis hacer valer vuestros derechos. San Pedro se rascó la oreja y más mohino que antes, fuese hablarle a Dios nuevamente.
Vamos ver, qué es lo que piensas, Pedro?
Que tendréis que firmarme una escritura en que conste que soy portero del cielo perpetuidad, porque hasta ahora hemos dejado las cosas andar solas; pero si al mejor día se os ocurre, me destituís, sin más ni más, del cargo que con tanto celo.
No ves lo que decía? Todo esto son trapacerías de aquel abogadillo que tienes en la porteria y que ha sabido llenarte la cabeza. Anda, Pedro, corre y haz que entre enseguida, pues prefiero tenerle junto mi que se esté en la puerta. he aquí como entró en el cielo el primer abogado.
APELES MESTRES. 50 El Rey Muerto Joan Bania Hola Probo su labio del licor amargo La suerte de renar dile qnebranto, que una mano en la sombra le ofreci, pues su Ancorazón se condolia y entri stu corazón en un letargo.
al ver bajo sus pies mares de llanto.
Muy grave era su faz, mas parecia Ligrimas y que nunca enjugaria, soureir con la merle ye piadosa purs aldoliente corazón humano de algún grave dolor le redimia en vano consolar procurarta.
Palpitaba una idea pavorosa Descubrese por eso un signo arcano, bajo el vellon de sus cabelos ennos?
como de gratitud hacia la muerte. Porqué era su expresión tau dolorosa?
en el rostro del yerto soberano Presenti talvezuelps usanos Ya los impulsos de su brazo fuerte tuviesen por contin bajo la tierr perdieron la virtud de su albedrio; su blanco rostro y sus pequenas manos también su corazon se encuentra inerte, Ese que sus rivales, en la guerra El corazón cuyo piadoso brio hizo caer bajo su planta ruda, las lisonjas jamás enloquecieron; porque sus ojos para siempre cierra?
ya aquel vaso de amor está vacto, De la pilidi muerte no le escada los dedos de la muerte lo rompieron.
la altura de su trono sacrosanto: hasta el asciende, traicionera y muda, LUIS ANDRÉS ZOSIGA Tegucigalpa 1903.
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