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Fantasías bíblicas AL ILUSTRE LITERATO, PRESBITERO DON JUAN GARITA Jerusalén, la bíblica ciudad que embelleció Salomón, se hallaba enyuelta en la penumbra de la tarde que moría. El sol daba su último adiós crepuscular desde el Monte de los Olivos al extenso valle de Josafat.
La noche descendió por el Oriente. Jesús acompañado de tres de sus discípulos, Pedro, Juan y Santiago, se encaminó esa hora al Huerto de Gethsemaní y en habiendo llegado, el Maestro dijo sus apóstoles: Quedáos al pie de la colina, y orad para que no entréis en tentación. Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre apurará el cáliz de la amargura!
Dichas estas palabras, perdióse en la sombra de lus cedros de aquel tópico; caminando por breñas y sinuosas pendientes llegó una gruta; allí elevando los ojos al cielo con voz quejumbrosa exclamó. Padre mío, aparta de mí este cáliz; no permitas que el Hijo del llombre muera crucificado como un ladrón infame!
La angustia del Redentor era inmensa, grande era la amargura que rebosaba en su alma. Volvió a sus discípulos y los halló profundamente dormidos: en tanto su pesar iba en aumento; tornó la gruta y de nuevo exclamó su Padre Celestial. Padre mio: aparta de mí este cáliz. cayen.
do de rodillas sobre los guijarros de aquel lugar. Jesús se hallaba pálido, extenuado, el sem blante desencajado, los ojos hundidos, su frente manaba sangre impulsos de la congoja. Su cuerpo trepidaba como una hoja agitada por los ábregos al recordar el próximo suplicio.
Sus tres amados discípulos lo abandonaron en aquella hora de tan terrible prueba; arrodillado, con los brazos extendidos hacia al cielo, oraba el divino Maestro, oraba por los hombres, foraba en silencio mientras la luz argentada del plenilunio le daba tintes pálidos su rostro sudoroso de Profeta. Oraba con fervor!
Pedía su Padre valor porque sentía que flaqueaba su carne. De pronto aquel lugar se bañó de luz extraña, toda la gruta se iluminó, un trueno resonó en el éter y entre albas nubes apareció un arcángel. Su veste era bianca como los blancos lises de Sión, su cabellera blonda y las pupilas azules como el ciclo de Gethsemaní. Llevaba en la diestra una copa dorada que contenía un licor divino, y señalando con la otra hacia el cielo, le dijo al Redentor: Jesús, Hijo de Dios Vivo, soy enviado de tu Padre, apura esta copa y ten valor. Padre mío, exclamó Jesús; si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. Volvió de nuevo sus discípulos y los halló dormidos y se retiró orar diciendo estas palabras: Dormid ahora y descan.
sad: he aquí que llegó ya la hora, y el Hijo del Hombre va luego ser entregado en manos de los pecadores.
En habiendo concluído estas palabras. Judas el discípulo más querido del Maestro, llegó Él seguido de multitud de gente la cual el terrible trai.
dor había dado esta indicación. quien yo bese, Él es, aprendedle» y, ei apostól arrimándose al Maestro lo dió un ósculo en la mejilla.
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