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y árto de palmas, ceñidos con los mismos laureles, el capitán gallardo que volching el polvorín y el soldado atrevido que prendió fuego al Mesón.
Cuando llegaron Rivas los militares de Costa Rica, el de Abril del año 56, iba en las filas el hijo de Alajuela, camino de la muerte, con su fusil!
de chispa, sin advertir que sobre su cabeza desplegaba las grandes alas la diosa soberbia que haría resonar el nombre humilde al eco augusto de su bocina de oro.
Ibase arrojar del suelo de Centro América al bizarro aventurero y sus cazadores yankis; íbase combatir con ellos y con los nicaragüenses que se unían los invasores de Guillermo Walker. Así era la campaña de nobilísima. Así caminaban los batallones costarricenses, a ayudar al hermano echar de su casa al filibustero.
Luctuosa ¡Tristo sueño! Larga noche. Tras la angustia y la agonía Tus pupilas se cerraron para siempre, amada mía, Tu sonrisa se apagó; los vivos claveles de tus mejillas lermosas, Se tornaron en dos rosas, Se tornaron en dos rosas sin perfume y sin color, Te pusieron niveas galas y coronas de azalares, Como visten las novias cuando van a los altares; Pero tí no te pusieron esas galas por llevarte ningún templo de vida; te llevaron otra parte, Te llevaron al panteón.
Antes ay! de que la puerta de la última morada, mis ojos te eseondiera, yo besé ta frente amada tus labios mustios, fríos, y en mis brazos te estreché; en mi fúnebre arrebato Perdonaba los desdenes de tu corazón ingrato, ya muerta me olvidaba de que había sido cruel. Cuánta angustia, cuánta pena al dejar el Camposanto!
Pero un fúnebre consuelo tuvo mi alma en su quebranto: Eras sólo ya de Dios. Desperté con esa idea de que tú te habías muerto, aún lloraba. Miré en torno. sueño apenas, no era cierto: no sé por qué aún llorando está mi corazón!
ISAÍAS GAMBOA 233
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