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José María Zeledón

ridades humanas. Qué fijeza inquietante y qué sardonismo sobrehumano en esas pupilas saturadas de sombra, en esos labios ondulosos como el arco del Amor después de haber disparado la saeta. No podríamos decir que la Gioconda es la Isis misteriosa de un culto subterráneo, que, creyéndose sola, descorre su velo, debiendo el impruden. te que la sorprenda volverse loco y morir. Jamás el ideal femenino ha revestido formas más indelebiemente se ductoras. Bien podéis creer que si don Juan hubiese encontrado en su camino de seducción Mona Lisa del Giocondo, se hubiera ahorrado el trabajo de inscribir en su agenda galante, tres mil nombres de mujeres, porque al trazar este solo, las alas de su deseo se habrían negado llevarle más lejos, por haberse despiumado y fundido al verse heridas por el negro, sol de aquellas pupilas.
TEÓFILO GAUTIER Quijote Para Págint rustradas La nobleza del alma tuvo un sueño De redención, de vida y de esperanza; ny Tomó un escudo y empuñó una lanza montó el rocinante del ensueño.
Retó sin miedo al interés pequeño Que acecha en la miseria su pitanza, colmó sus anhelos de venganza Contra la mezquindad, su loco empeño.
Oh Quijote inmortal aun no vencido. La luz de tu locura centellea Al través de las brumas del olvido, tu amor por la bella Dulcinea Vivirá cual celaje suspendido Sobre la enhiesta cumbre de la leal José María Zeledón 255