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Bocetos Raros Lydia Por Ramón Zelaya Vana y pueril se muestra la fantasía de algunos letrados, que malgastan laudables esfuerzos en la invención arbitraria de personajes raros y acontecimientos extraños, en un flujo de originalidad sin alas de exquisitez alrevesada.
La Naturaleza ofrece con una prodigalidad materna tipos más extraordinarios que todos los que pueda concebir la inventiva de los hombres; matices vaporosos más delicados que aquellos que aspire combinar el nervioso pincel de los pintores; y notas más sublimes imágenes más altas, que todas las gloriosas vibraciones que puedan arranear los artistas su lira en una noche de inspirado insomnio. qué, pues, inventar princesitas de paso breve que se desmayan sin motivo en los brazos de un amante? Condesitas rubias ingenuas que interrogan sin gracia la luna y las estrellas sobre las dolencias de su corazón?
Todo eso existe en el mundo al natural; y todo cuanto se necesita es ir busear y ver cada cosa en donde está. Pues tal es el sentido del famoso concepto del sonoro Chateaubriand, quien afirma que todo el que ao ha viajado, ignora la mitad de la Vida.
Por lo demás, rindamos homenaje fervoroso los arranques despavoridos. cualesquiera que ellos sean, de esa águila dominadora de los espacios que se llama la Inteligencia humana!
El dos de setiembre de aquel año lo habia celebrado Berlín con festejos más grandes y regocijos más pomposos que los acostumbrados, por orden expresa de Guillermo II, emperador la mirada imperiosa.
Un incidente de frontera había motivado la orden.
Dos meses antes, las avanzadas militares de Francia y de Alemania se habían confundido amigablemente en una importante ceremonia de exhumación de unos restos mortuorios, cenizas preciosas de combatientes galos del año 70. Al terminarse la ceremonia y al despedirse los jefes en la linea fronteriza, el general de Négrier, brioso inspector general del ejército de Fran.
cia, se había permitido decir los alemanes con mucha arrogancia: Au revoir, messieurs. en vez de servirse de la expresión más llana y sin doble sentido de: Adieu!
El Emperador había visto en aquellas palabras casi una provocación, y dispuso celebrar aquel dos de Setiembre, aniversario de Sedán, con más ruído y mayor aparato que los años anteriores. las seis de la mañana, en los alrededores de la capital, había pasado una brillante revista militar de cien mil combatientes de todas armas. Las tropas más arrogantes del Imperio habían desfilado, marciales y cadenciosas, ante el soberano sajón y su Estado Mayor. Durante el día y parte de la noche, las calles de Berlín habían sido alegradas por las fanfarrias musicales, las voces de mando, las contramarchas sonoras de los regimientos en viaje hacia los puntos estratégicos respectivos. De euando en cuando, la multitud prorrumpía en aplausos frenéticos, en loor a la fiera actitud de la Guardia Imperial, o de algún regimiento fogoso de húsares o de coraceros.
Por la noche, e! Canciller del Imperio dió una brillante recepción, dedicada al Cuerpo Diplomático, en su hotel de la calle de Guillermo (Wilhelm275