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sacar. en efecto, no volvieron a hablar de ese asunto. Pero sus citas diarias y sus paseos cordiales no se interrumpieron.
En amor, dice un adagio, cuando se comienza, se continúa.
Hicieron excursiones instructivas Potsdam, Spandau, Charlottenbourg. Juntos recorrieron los museos, los jardines, las ferias de Berlín. Navegando solos una noche de luna en las aguas de Treptow, estuvieron punto de ser hundidos por un barco, el cual caminaba toco vapor; se sal.
varon gracias la sangre fría de Roberto, que se echó al agua, sudoroso y vestido, para detener súbitamente el impulso que él mismo había dado su bote. Después de esa aventura, y quizá en recompensa, Lydia decía su amigo, con voz encantadora. Con Ud. yo iría a los infiernos; porque sé que usted me volvería Una vez fué un domingo que el joven se presentó en casa de su amada, para llevarla al teatro, ésta, en la sala y solas, le manifestó, con cierto aire sombrío, que había resuelto no salir esa noche. ¿cual es la causa de esa resolución tan repentina. preguntóle Roberto con inquietud. Porque tengo que hablarle, contestó la niña, como impaciente. Pues ya escucho, repuso él, depositando su sombrero. sentándose ella frente a frente de su interlocutor, le dijo con voz lánguida.
Hace muchos días que yo hago un severo examen de conciencia: he pensado mucho en la vida, sus tristezas y sus felicidades. He pensado también mucho en usted y en su misterio. Me he reprendido con dureza de haber concedido mi amistad, mi cariño, un individuo que en realidad 110 conocozeo. Pues bien, deseo notificarle el resultado de mis reflexiones y de mis análisis. pesar de lo dicho, ¿quien sabe. causa talvez de lo dicho, he resuelto que Ud. sea el compañero inseparable de mi existencia.
Espero que, esta vez, Ud. me dirá su apellido y su nacionalidad. Cuando quiere que se celebre nuestro matrimonio? la gran sorpresa de la encantadora niña, Roberto contestó. Lo que Ud. acaba de decir, Lydia, es un imposible. Será cierto, entonces, lo que yo temía, preguntó ella, que Ud. es casado?
No.
Quizá comprometido?
Tampoco. Entonces no comprendo.
Es que soy pobre, replicó el joven. Yo tengo algunas rentas, dijo ella con cierta arrogancia. Pero son, de seguro, insuficientes para el viaje que yo quiero emprender en la vida. La niña se quedó pensativa, la mirada fija en el suelo, sin decir nada. Roberto agregó. Además, hay otro motivo. Cuai? interrogó ella con animación. es que no soy noble!
Aloir esa contestación, Lydia se levantó de su asiento, como nerviosa y colérica; y pesar de que no se habían tuteado jamás, le contestó exaltada. Mira Roberto: si verdaderamente no lo eres, yo te voy a hacer noble en un minuto.
Dijo, y se arrojó sobre su interlocutor, le tomó la cara entre sus manos rosadas, aplicó sus labios sus labios, y se quedó temblorosa en el espasmo de un beso interminable!
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