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caudaloso. Afortunadamente ahora hay buenos puentes, y ferrocarril hasta Turrialba, de modo que el viaje hasta Tuis es facilísimo, y de allí Chirripó el camino se ha compuesto mucho, de tal manera que las plantaciones de café se han extendido por lugares que antes se consideraban absolutamente inaccesibles.
La población es indíge.
na casi en su totalidad.
En los abundantes ríos y quebradas que faldean aquellos cerros y colinas hay peces sabrosos como el bobo, en gran cantidad; con facilidad se cazan venados, tepescuintes, pavas, palomas y perdices; los indios se alimentan además de plátanos, maíz, yucas, naranjas, limones y otros frutos que cultivan en sus cementeras; y en sus viviendas cuidan puercos, gallinas y algunas cabezas de ganado vacuno y caballar.
Al viajero que visita los palenques de los indios, le ofrecen chocado que es una bebida semejante la machaca de los guatusos, hecha de plátanos maduros, cocidos, pelados y majados hasta convertirlos en una masa, que disuelta en agua tibia, enteramente fría, la sirven en guacales, y ellos la toman con verdadero deleite.
Tienen estos indios, en sus creencias, teorías que en realidad sorprenden. Hace algunos años, al practicar el senor obispo Thiel una de sus visitas pastorales al pueblo de Chirripó, le preguntó uno de los indios más viejos, cómo se explicaban ellos la creación del mundo. El indio contestó: primero no había en la Tierra otra cosa que rocas, ro297

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