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para siempre en el cristal, poner en una imágen esos rasgos que sólo di tiempo pone en las cifras. Ah, el tiempo! Ese pensativo artista, como agi ganta moralmente las ruinas, destruyéndolas; cómo ennoblece con su pátina las telas, dando casi un valor moral las figuras, que ante la fugacidad de todo se absorben más en su meditación; cómo en estas cartas, jirones de una vida, que flotan sobre el olvido, entristece los caracteres, en tanto que su voz se hace más lejana y les da el matiz de las hojas secas para rodar en el torbellino sin cauce. Galileo escribe un amigo. Muy fatigado y con anhelo de descansar, le promete verle antes del día de San Juan, y adelanta un tema de charla: mejora del telescopio. Al lado hay cartas de Miguel Angel. Se nos ocurre pensar: el uno estuvo empeñado en acercar los astros al hombre, y el otro en levantar al hombre hasta los astros. Pero de Miguel Angel, no hay nada que recuerde las cóleras geniales de la Capilla de los Médicis, la creación del Moisés y los Esclavos. Tenemos por delante un libro de Madrigales. Añadid, sin temor, que jamás madrigal alguno fué escrito con más herinosa letra. Las aes y las oes parecen dibujadas con cariño. El amante ideal de los sonetos, el cantor de Victoria Colonna, ha olvidado lo que es él: un Hercules febril que tiene por clava un cincel, y se prodiga en gentilezas, rimadas con estuerzo y corregidas con mimo.
De Leonardo de Vinci hay un li.
bro de apuntes sobre matemáticas comparadas. El carácter del grande hombre está rellejado en ei manuscrito. Es un conjunto de notas sin relación, escritas en tiempos diferentes. La curiosidad insaciable las mueve. Como quien apunta la silueta de un tipo, la sensación de una cosa, el rasgo de un movimiento, una frase oita, Leonardo anola sin cesar pensamientos volantes sobre problemas científicos. Aquí, un cono; abajo, ángulos con letras, o piramides con sombras, que se internan en eubos. Las sombras y líneas de este matemático, que busca verdades, son hermanas de los claroscuros y de las sonrisas que en las telas del soñador se llenan de misterio. Todo su afán es conocer las leyes de la vida, y encerrar lo infinito en la simplicidad de un rasgo, como el cielo que se reileja ea una gota de agua. ved su escritura, en los apuntes. Los caracteres son claros, aunque hechos al reves y de derecha izquierda. Es el afán de torturarse y ser vencedor de dificultades hasta en lo nimio.
En otra forma, no trabajó cuatro años en los labios y en los ojos de Monna Lisa. Voltaire escribe a un filósofo una carta, mezcla de francés y de inglés, felicitandole por una obra. De paso, una coz, que él cree estocada, a Shakespeare. Más abajo, Corneille manda sus poemas al príncipe de Orange, y le uice. No encontraréis nada leíble, salvo una Medea que ha tomado cosas buenas de Séneca. Lo demás son pecados de la juventud, ensayos de una 301

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