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El bosque en marcha Era en la isla de Cuba, bajo el cielo mas azul de la América, Besaban los pies de la Odalisca de los Mares las ondas oceánicas henchidas de corales, madréporas y conchas.
En la soberbia entonación del agua con que lamenta el mar la desventura honda y cruel de la infeliz esclava, había un rudo acento, un largo grito tembloroso y sonante de venganza.
Rugió la Guerra y en los hondos bosques como lobo con hambre se arrastraba medio escondida entre los viejos troncos.
Las lágrimas y sangre a las entrañas fecundas de la selva descendían a un tiempo con los odios y las rabias de muchos combatientes. Recios árboles, caídos en la tierra, sollozaban con el sordo estertor de las heridas, y a torrentes vertíase su savia.
Cuando calló la Guerra en largos años de esclavitud mas triste y mas amarga, ejércitos de jóvenes arbustos nutridos con la sangre y con las lágrimas de la infeliz generación que habia muerto en el bosque primitivo, hallaban vientos de libertad bajo los cielos, odio en la tierra y en su sangre rabia.
II Es aun de noche; del espacio cuelga como diadema mística de plata un fragmento enfermizo la luna que vierte silenciosa su luz pálida sobre el pueblo de jóvenes arbustos.
Hay lágrimas y sangre derramadas filtrándose en la tierra!
dias de pronto, con movida la selva en sus entrañas llenas de sangre, resolvió la guerra.
También la guerra! a jurar venganza llama al pueblo de árboles, nutridos de hiel y de odio, de valor y rabia.
Se agitan las florestas de la Isla con ciega sed de libertad.
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