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Los Niños Cristes No hay un cansancio que tanto me conduela como el prematuro consan.
cio de la vida. Esos jóvenes pálidos que andan trabajosamente, arrastrándose si mismos, de los que muchos podrían decir lo que Musset dijo de su enlutade inseparable compañero en la Noche de Octubre: Se parecía mí como un hermano, esos en cuyos ojos parece ya soñolienta la mirada: esos sonámbulos despiertos; esda monólogos transeuntes, avivan la curiosidad del psicólogo, ensombrecen Ins tristezas del poeta. Qué llora en esas almas. Qué callan esos taciturnos. Qué buenos sentimientos muertos, como cirios recién apagados en un templu, despiden ese humo que les envuelve en una atmósfera opaca?
Quisiera uno penetrar en esos espíritus, como se penetra en una gruta, sacudirlos para ver qué chispa, qué ayes, qué blasfemias salían de ellos.
Pero hay algo que causa dolor más hondo: el nino triste. El joven melancólico se call só, pero ya anu vo. Por dura que la suerte haya sido para él, es seguro que en esa misma lucha han tenido empleo sus activi.
dades y que la logrado breves triunfos. Esc, conoció la esperanza.
Esc, conquistó una elimera sonrisa, sonrisa de la vida, por desdeñosa que ésta con él fuera.
Ese a mó acaso y VISTA EN CACHI creyó ser amado.
Puente colgante sobre el Kio Reveniazon Ese, ya supo que la madre le quería, que el amigo le amparaba. Tuvo la conciencia de su fuerza. Probablemente cometió alguna mala acción. Pero el niño. Pues qué zla risa no nace de sus labios? Pues qué ¿no son sus voces las que han de repicar, modo de argentinas campanitas?
Ellos no comprenden todavía el amor de los padres. Lo sienten como el calor de un nido nada más. muchos ni ese calorcito sienten, porque esta monstruosidad existe hay padres malos. Están como más desnudos de todo. Para luchar con las enfermedades apenas tienen fuerzas. Para vivir son impotentes si no se les auxilia. Ningún daño han hecho y ya han llorado.
El llanto del ehiquitin dichoso es manera de an aprendizaje dispues.
to por la naturaleza para que se enseñen desahogar el sufrimiento. Mas el llanto que no puede salir, ese, que no tiene fuerzas; ese, que va empalide ciendo y apagando los ojos del niño pobre, enfermo, triste, es el que enternece más intensamente.
Cuando tiene uno hijos y puede darles lo que necesitan y lo superfluo y tenirles de color de rosa la existencia, el encuentro con una de esas criaturas desvalidas nos desgarra el alma. Gastanos, derroclames, y al salir de 346 Fot. Rudin
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