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dueño Chompipe de una hostería, situada frente a la casa de don Gordiano Fernández, la cual iban a cenar la mayor parte de nuestros pollos. Me consta que el servicio era súper y aún en estos momentos paladeo los riquí simos vistones, como él los llamaba, que tuve ocasión de comer allí.
Valga esto de excusa para lo que voy ensaguida relatar, pues quiero que conste que aunque fogoso, era trabajador y honrado.
La grita era espanto a en el público; el macho sonreía maliciosamente y Chompipe permanecía sentado en el fondo del coche con un aire de seriedad admirable. él nada se le daba toda aquella batahola aturdidora.
Por fin hubo silencio en la masa. El macho hizo indicación Chompipe de que se descubriera el pie dañado, hecho lo cual por éste, de nuevo la gente y los chiquillos se dieron en gritar y en soltarles médico y paciente cuchufletas de color subido. El macho tomó el fajo de billetes que sumaban quinientos pesos y los deposito en manos de Chompipe, diciéndele lo que los demás ya operados. Si usted dolerle la sacada de este cosa, mi regalarle esta plata.
Chompipe no hizo más movimiento que el de menear la cabeza en señal de asentimiento.
Dió principio la operación el médico: en el momento de hacer la extracción, con gran sorpresa del operador y risas de la concurrencia, nues.
tro héroe comenzó a estirar y encoger la pierna en operación con movimientos bruscos y dar quegidos de profundo dolor, llegando soltar tales gritos, que cualquiera habría dicho que lo estaban ahorcando. El macho su vez, estaba suuvroso y colérico, pues comprendía todo el daño que aquel endemoniado muchacho le estaba haciendo a su famoso infalible remedio. En una de descuido del médico, salta Chompipe del coche, ilevándose consigo el dinero, y pie cojo se euela entre la muchedumbre que lo vietorea y lo rie. Aquello, entonces, fué el delirio: el macho se arroja del coche y se lanza en persecución de Chompipe dando lumbos y abriendo campo entre la multitud que se lo cierra.
Oh! bandida! bandida. polisman, coger esa sinvergúenza muchacho! gritaba desesperado.
Unidos estos gritos del médico se oían los de la multitud que iba detrás de Chompipe diciendo. Qué se zale. que se zale! Son de él los quinientos pesos. Le dolió mucho. le dolió mucho!
Chompipe, a su vez, en el curso de su carrera iba soltando quejidos tan agudos, que parecía un loco escapado de un asilo, viniendo formar aquel conjunto una verdadera revolución.
Al cabo fué atrapado por la policía, la que lo obligó restituir el dinero, hecho lo cual, Chompipe de nuevo subió al coche con la mayor tran.
quilidad del mundo, y en medio de risas y aplausos, se colocó su media y su zapato y antes de bajar se dirigió la multitud y dijo: Conste que me ha dolido mucho!
ANTONIO ARGÜELLO Mayo 1904.
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