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que tienen frio. cada vez que su madre, convertida; ya en esposa de un rico hacendado, pasaba ostentando sus lujosos vestidos y su elegante carruaje arrastrado por uni hermoso tronco de caballos retintos, el niño la envolvía en miradas cariñosas mientras sus labios sonrosados murmuraban con ternura: mamá. Aquella tarde el niño tenía hambre; para distraerla se roía las uñas y contemplaba con envidia aquellos juguetes que nunca habían de ser suyos.
Lo sacó de su entretenimiento el ruído de un coche que rodaba con velocidad; en el venía su madre, y al ver el peligro en que se enco2traba aqnella mujer querida, corrió a detener el carruaje, logró sujetarse de los arneses siendo sacudido con fuerza y lanzado conVista en el Parque Morazán tra el suelo cuando los caballos asustados quisieron cruzar, lo que permitió al cochero tomar otra vez el dominio sobre los briosos corceles.
El desgraciado niño se levantó, sacudió sus vestidos rasgados llenos de polvo y al notar que aquella mujer le extendía uno de sus brazos, creyó que se abría, para el, el cielo de la felicidad al besar y abrazar por primera vez a su madre adorada.
Se acercó a la portezuela, tomó la mano y la sintió fria, 371 Fot. Ruin propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Oregon del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica

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