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te; tu color es el de mi alma, de fuego, de crepúsculo rojo: yo sueño y deliro así: mis ilusiones son tus hermanas, dejan en su vuelo un olor sabroso como el tuyo, fino, puro inextinguible: yo te quiero mucho porque eres la imagen de mis aspiraciones y de mis anhelos sublimes: de tus ricas esencias inmortales vive mi esperanza: ella es como tú, ardiente, embriagadora, excelsa.
Estréchame inocente flor, reina de las más bellas del prado. Acompáñame en mis soledades y cuéntame tus dichas y triunfos y enseñame ser como tí, adorada con ternura, con frenesí y predilección por toda la existencia.
Tus acertos me enloquecen porque son los mudos acentos de la forma, de la claridad y del perfume. En dónde hay que ir a buscar esos dones, clavel soberbio? Confíame tus hondos y queridos pensamientos, y, sobre todo, ámame como la brisa que te meció al nacer, como al astro cuya luz te engendró y te trajo a una vida de fortuna y de inmaculadas glorias. después. todo fue noche y vacio y sufrimiento y torturas para mí. La que tanto me alababa y me rendía homenaje de intenso amor, de apasionada distinción, me dio Ud. torpe, simple y adusto dueño mío. Yo no resisto más este horrible cautiverio, esta espantosa agonía que me lleva a la tumba con la velocidad del relámpago, en medio de los más erueles dolores padeeidos por nadie en el mundo, pues se me ha arrancado el corazón en vida, y después se me ha lanzado muy lejos, en donde expiraré solo, y ya sin fe en el amor, ni aun en la Augusta Providencia. Recoja Ud. si le place, mis últimas palabras. triste y amargo fruto de la más grande de las decepciones. pues ella me mata sin compasión, insensible nuestro pasado, que viva sin pesares adorada de las aves, favorita de las flores y adormida en los amores de algún mozo hidalgo y gentil.
IV Conservo sus preciosos restos en urna de cristal y oro. Me inelino abatido ante ellos, los venero, y vuelvo el rostro hacia lo Alto y piilo al Creador que 110 perdone si por mi culpa ese infortu.
nado mortal se fue al caos, en su plena juventud y con to.
do el poderoso cortejo de sus enFittelin En la fin de Mr. Aman sueños.
Piedad, Señor! Soy un infeliz peregrino que no tengo el consuelo de nontemplar, en su excelsitud y gallardía, ni las primorosas flores que snan y embellecen la Naturaleza, como una regia y hechicera dama.
ideal José, junio de 1904 ALY 37 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lisano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica
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