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Memorable certamen (A MI AMIGO DON FÉLIX BONILLA CARIILLO)
El interesante diario Dayly Picayune, de New Orleans, abrió recientemente certamen con el objeto de inquirir qué persona entre las de uno y otro sexo de la ciudad, gozaba de mayor estima y simpatías; y destinó para premiar quien obtuviera la palma de la pública unción, un ánfora de plata, verdadera obra de arte.
El sufragio, poco menos que unánime, distinguió Miss SOPHIE BELL WRIGHT, abnegada y filantrópica institutriz, consagrada desde hace quince años la educación de la juventud.
En The New Orleans Item encontramos extensa y cautivadora narración de la fastuosa solemnidad que revistió el acto de entregar la célebre objetiva del cariño social la presea de su exalte extraordinario.
En el centro de Audubon Park fué erecta y decorada ornamentalmente la culminante plataforma, en donde todo lo más conspicuo de la sociedad orleanesa, de ambos sexos, ocupó según categoría, su puesto de honor relativo en la apoteósica ceremonia; y la cabeza de la pléyade, la heroina del festival Un oleaje humano, no menor de quince mil almas había rodeado ya, la hora señalada, el elevado paraninfo, anheloso de contemplar la consagración del triunfo y de aclamar su favorita. El Gobernador Capdevieele, quien presidía la ritualidad oficial, poniéndose de pie, con grave ademán, interrumpió el religioso silencio de la muchedumbre, para pronunciar sentido y encomiástico discurso de congratulación, presentando en seguida la ofrenda honorífica la emocionada dama. Esta, al recibir modestamente, en medio de su ruborosa turbación, la Copa de Amor, pudo apenas proferir algunas sentimentales frases que transparentaban el estado de su ánimo, excusando graciosa y cortesmente su laconismo, con este delicado y conceptuoso pensamiento: Cuando se siente hondamente, es imposible expresar con palabras las emociones del corazón período sellado por el concurso con el lurra sacramental de la raza.
La ovación resultó expléndida, digna de la beldad que la produjo.
Los méritos morales y espirituales de Miss Wright quedaron sancionados por el aura de simpatia y estimación de la sociedad orleanesa. Apenas salida, flor primaveral, de las aulas del Celegio, empezó Miss Wright por educar un niño pobre; atraídos por su genial benevolencia y aptitudes, no menos que por la modicidad del estipendio, uno uno fué creciendo el enjambre infantil, como crece la espuma del torrente.
Impulsada luego por su irresistible vocación, abrió una escuela nocturna gratuita para artesanos pobres. Cuando el número de asistentes, elevado la enorme cifra de 500, no cupo ya en su mansión, resolvió ensan.
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