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burgk, puedo asegurar que no hay ningún otro vultúrido que como éste pueda vanagloriarse de infundir tanta sumisión y exigir tantos sacrificios de parte de los buitres más pequeños. Si éstos ven venir de lejos a un Gypages cuando ellos están devorando su botín se retiran inmediatamente, y cuando aquel se presenta hacen todos extrañas inclinaciones con la cabeza reciprocamente. Parecen saludarle, según pude observar por el modo como bajahan la cabeza y las alas. Una vez que el Rey ha tomado sitio, todos contemplan con estómago vacío cómo aquel se solaza escogiendo los mejores bocados.
Es tan poco lo que se conoce su manera de anidar que sobre esto se han emitido las opiniones más contradictorias; algunos suponen que unida como los otros buitres, en huecos de los troncos podridos, en los despeñaderos, sobre las rocas y aun en nidos fabricados sobre las ramas de los árboles más elevados. Lo cierto es que hasta los últimos años apenas si se ha conocido un huevo que se halla en las colecciones del Museo Británico de Londres. Ese huevo es de forma oval, corto, áspero, granulado y de color blanco pure, con escaso brillo. Sus dimensiones son: 92 milímetros de largo, por 59. de grueso. La vida privada del monarca de los buitres, permanece pues bajo reserva regia.
Catharista atrata falta de una buena fotografía, geproducimus en seguida el artículo de nuestro particular amigo don Roberto Brenes Mesén, que parece escrito por un naturalista de profesión.
Por las mañanas muy temprano, grupos de cuatre. seis y nás zopito.
tes, caminan lentamente lo largo de los caſos, en donde encuentran el des ayuno.
Visten un ajustado traje negro, brillante veces, parece que llevaran las manos hacia atrás, bajo los faldones de su larga levita de corte recto.
Caminan reposadamente llevando el compás con el cuello y la cabeza, que sou plomizos y se hallan desnudos de plumas. Los ojos negros y brillantes cuando se les ve cieria distancia, son de un pardo oscuro, así como su largo pico es pardo negro en la base y gris en la punta «Al acerearse alguien todos levantan la cabeza y los más desconfiados se retiran dando saltitos de medio lado; los más atrevidos so alejan como tirones, alargando la cabeza hacia el objeto de sus deseos. Si uno se agacha para rocoger una pieira un palo delante de ellos, al punto aizan el suelo se retiran con presteza, sin perder de vista quien así los amenaza.
Aun cuando son muy maliciosos, en nuestras ciudades han adquirido bastante confianza, porque a causa de sus irreemplazables servicios como policía de higiene, se hallan protegidos por nuestras leyes.
La atmósfera de la ciudad y el aire mismo de los campos se purifica con la limpieza que praetican los zopilotes por donde quiera. Sin ellos la insalubridad de la ciudad sería mucho mayor. No obstante, los zopilotes no encuentran en ellas sus más suntuosos festines, sino en los caminos lejanos en los campos donde hay grandes animales muertos.
Al rededor de un caballo o un buey muerto se reunen treinta, cuarenta y más zopilotes para el banquete. Comienzan por vaciarle los ojos, aguar.
dan algún rato y cuando el mal olor es penetrante se abalanzan a devorar 423

    Roberto Brenes Mesén
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