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Otelo Por Juan Ramon Molina ¿Quien ramare la lugubre tormenta que agita su alma cumorada y ruda. que el demonio de la duda su incontrastable role nereclenta?
Ya la calumnia, de ambición sedlenta, stato en su pecho, yue la fe to esenda: Todo contra el a conspirar ayurla!
To su tabia y su dolor aumenta!
Solo el placer amargo de una lock na venganza, desde entonce con los rugidos de su boca.
Juan Ramón Molina INSPIRADO POSTA HOXDURESO Mas gira en torno, delirante y ciego, Jos torvos ojos de su faz de bronce llenos de extraño pavoroso fuego Historia DE LISOV. DEL DIABLO DE TARTINI Una de las producciones musicales que más extraño efecto producen en quien por primera vez las oye, es la Sonata del Diablo, del famoso violinista Tartini; al escucharla, diriase que aquellas notas son verdadera concepción de un espíritu diabólico. Su autor contaba formalmente que cuando la estaba componiendo, llegó un momento en que le faltó la inspiración, de tal manera, que creyó tendría que dejarla sin terminar; entonces se le apareció Satanás en persona, y lo mismo que en los cuentos, le ofreció la propiedad de una extraordinaria pieza que acababa de componer cambio del alma.
Aceptó Tartini, y acto seguido, tomando el violín se puso el Diablo ejecutar la magistral sonata que el músico no tuvo más que ir traduciendo en notas.
Hasta tal punto estaba el violinista cierto de la realidad de esta escena, que antes que reconocer en ella una alucinación, prefirió atribuir al Diablo la originalidad de la composición, jurando y perjurando que a él no le corres.
pondía más mérito que el de haberla coinprado a buen precio.
Esta alucinación puede explicarse por un estado particular de sobre.
exitación mental, por efecto de una mala digestión como consecuencia de sufrimiento preceupaciones constantes; pero hay otras que resultan verdaderamente inexplicables. Compréndese, por ejemplo, que Silvio Pellico viese fantasmas y escenas horribles en su prisión; pero nadie será capaz de explicar las alucinaciones voluntarias del trágico Talma.
Aseguraba este famoso actor, que, mientras estaba en las tablas, siempre que quería, y por medio de un sencillo esfuerzo de su voluntad, podía hacer que a sus ojos se convirtieran en esqueletos todos los espectadores. Lo más eurioso es que esta imaginaria transformación, lejos de complacer al actor, le producía una impresión de terror que se notaba en su voz y en su fisonomía.
Talma se la procuraba cada vez que deseaba experimentar este efecto para impresionar al público, y ella debió sus más señalados triunfos.
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