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nio. pero, no puedo: las fórmulas sociales me detienen.
Me dicen que soy rico. que lo puedo hacer todo.
Pero yo no resisto; si sigo en esta peregrinación, moriré como esas vírgenes que se extinguen poco poco en el convento. Hasta en la brisa que hiere mi frente, me parece que escucho sollozos de Celia!
No, yo he de volver darle la vida. Compraré una casita en donde nadie nos vea, y allí, amándouos mucho, seremos felices. Solitos viviremos, lejos de todo interés, de toda injusticia. No me importan las críticas de mis amigos: ellos no tienen alma, no sienten lo que yo siento.
Yo he de volver. sí, volveré. Las tímidas gaviotas, meciéndose en su hamaca de esmeraldas, todo lo oyeron. á un mismo tiempo alzaron las blanquinegras alas como para ir en busca de Celia y contarle lo que habían oído. Teodoro, el emancipado, revolviendo una lágrima en los ojos, miraba como al travez de una gasa, las culebrinas luminosas reflejos de los rayos de la luua al quebrarse en los verdes cabeceos ondinos.
GONZALO SÁNCHEZ BONILLA LO QUE DESEO PARA ELLA No rodées, cuando muera, de flores Lo que mi alma desea para entonces: Feirios moi foretro, Es otro mi anhelo.
Ni derrames raudales de llanto, Ni vistas de negro.
Es saber que no extingue la ausencia Mi amor en tu pelo: abandona mi pobre cadaver que vivo en tu alma, en la forma En el cementerio, De tin dulce recuerdo: Que allia solas se truequen en polvo La carne y los huesos, que emundo abandone tu esuritu La circel del cuerpo, Yo no quiero ni luces, ni aromas, Iru ii tinirse conmigo en la eterna Si linutos. No es eso Mansión de los muertos.
RAYAEL ROMO 477
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