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El alma de Isaías Gamboa tornábase sombría en sus instantes de incertidumbre, y entonces buscaba en El Cuervo de Edgard Poe, un refugio transitorio, ocupándose en analizarlo fondo y en traducirlo al castelleno, cosa que realizó con habilidad irreprochable; pero al recobrar su serenidad y sentirse en perfecta armonía con sus hermosas ilusiones de poeta, su pensamiento lucía con la transparencia del cristal, límpido, vibrante veces, tranquilo como las linfas de un lago, en ocasiones; y siempre majestuoso, fragante como las rosas, con las magnificas refulgencias del iris y embriagador como el sabroso néctar de las flores.
Isaías Gamboa sucumbió casi al mismo tiempo que Juan Coronel, el literato y orador elocuente, de asombrosa potencia intelectiva, cuya labor extraordinaria y rápida produjo un desequilibrio funesto en su cerebro y lo precipitó en el insondable abismo en donde concluye todo, o principia la sonada vida eterna del alma.
Si yo me atuviera sólo los impulsos de mi corazón, guardaría profundo silencio, porque el pesar que me causa la muerte de tan bizarros ilustres jóvenes, me turba y me aflige, como si ne desalentara en la ruda batalla que, los que amamos el derecho y el perfeccionamiento sociales, sostene.
mos con tenacidad, bajo las banderas de la justicia y del honor. Pero debo mi tributo de cariño y de elevado aprecio la memoria de tan notables malogrados miembros de la generación de escritores que, de unos pocos años esta parte, se ha levantado pujante y afortunada, por el esfuerzo de sus excelentes dotes de inteligencia, adquiriendo merecida fama y nombre esclarecido.
No se sabe cuáles fueron las circunstancias de los últimos momentos de Isaías Gamboa. Ellas debieron ser dolorosas por la soledad en que murió, lejos de su hogar, de sus hermanos y acaso de sus amigos. Exhaló su postrer aliento sin el consuelo que ofrece el amor en los trauces supremos; y quizás el eco de su doliente queja final, se apagó en medio del rumor de las inquie.
tas olas del coloso de las aguas; y el fugaz destello de su intelecto vigoroso, desprendido con su alma sin mancilla, subió en rando vuelo la morada azul que en sus atrevidas concepciones contemplaba y adoraba.
Cantor dulce, alma radiosa, corazón de fuego, prosista docto y ameno, indomable carácter, apasionado del arte, peregrino infatigable en las vastas regiones del ideal, caballero de un dama de cabellos de oro, de miradas apacibles, con la blancura y la flexibilidad y el aroma de los lirios y la pureza de las vírgenes y el encanto de las ha las; alegre en sus dichosas horas de visionario, aunque ratos escéptico, pálido, taciturno; herido por los crueles de sengaños, por la negra perfidia del destino, Isaias Gamboa creció en medio de risueñas y grandiosas perspectivas, vivió la vida del artista delicado, amo lo bello, fue inspirado poeta, y, por fin, su existencia tuvo un ocaso prematuro, inesperado y terrible: la tempestad lo arraneo de este valle ingrato cuando iba lleno de confianza, por amplio y firine derrotero, ganar ia fascinadora cumbre de su porvenir y de su gloria.
La estrella, se ha ocultado nuestros ojos, pero la viva impresión de su luz, es imborrable; la flor, se ha marchitado, pero sus delicadas esencias ya no podrán extinguirse; el vate, ha muerto, pero las sublimes armonías de sus preciosas canciones, conmoverán siempre las almas ardientes y sensibles. REYES GUERRA San José. Agosto de 1904.
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