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Sa Caza del Tigre Durante el mes de Octubre de 1890 me hallaba, en calidad de auxiliar, en la Comisión de límites entre Nicaragua y Costa Rica, disfrutando de un clima delicioso, en medio de aquel bosque de corpulentos árboles que hay en.
tre la bahía de Salinas, en el Pacífico, y las aguas dulces del gran lago de Nicaragua. Por las noches, mientras me ocupaba en copiar mis notas diarias, los trabajadores de mi campamento mataban el tiempo jugando al naipe o narrando cada cual historietas más menos verdaderas y por lo general salpicadas de chistes, que derramaban el buen humor en los oyentes: da gusto ver cómo en un abrir y cerrar de ojos presenta esa gente los doce pares de Francia luchando con el gigante Goliat. Una noche de lluvia torrencial la conversación rodó sobre animales salvajes, y el más divertido y decidor de mis peones tomó la palabra en los términos siguientes: Patroncito me decíano me gusta citar ciertos pasajes de mi vida, por no hacer alarde de un valor que no poseo, pero le aseguro usted que es buen aprieto el encontrarse uno cara a cara con un tigre: hace próximamente dos años y medio, cuando yo me ocupaba en hacer un desmonte la oriFot. Bors lla del Sapoá, muy menuSan José. Vista en la Avenida Central do hacía pequeñas excursiones por la montaña en busca de javalines de algún venado, para surtir de carne la cocina. Un día muy temprano salí acompañado de mis perros, el Temerón y otros dos que tenía en calidad de aprendices; después de haber recorrido una buena distancia encontré dos pavas, en las copas de un javillo muy elevado, y gracias a la buena pólvora que yo andaba, una de ellas se desplomó del árbol y vino parar 521
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