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Solución de un problema difícil Al concluirse la Exposición Histórico Americana de Madrid, que tuvo lugar en 1892. con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América, el Doctor don Carlos Bovallius, profesor de la Universidad de Upsala Comisario General de Suecia, Noruega y Dinamarca tuvo la amabilidad de dar una comida en su casa de habitación, para despedirse de un modo galante de sus compañeros en aquel concurso del arte y de la ciencia. La invitación se redujo sus amigos íntimos, y por eso, sólo había ocho personas sentadas la mesa. Una de las cabeceras la ocupaba el anfitrión, y la otra el señor Cónsul de Suecia; al centro de los costados se hallaban dos miembros distinguidos de la Comisión de España; los lados del Doctor Bovallius estaban: el Delegado de Alemania y el Director del Museo Nacional de México, los dos puestos restantes estaban ocupados por un Delegado Norteamericano y el Comisario Especial de Costa Rica.
La sala se hallaba decorada con delicadeza suma en estilo arqueologico pues más de los escudos y banderas de las naciones allí representadas se ostentaban, en los muros, liachas, corazas, espadas, rodelas, lanzas, estandartes y pinturas del siglo XVI; todos los muebles eran de antigüedad incuestionable: hasta el servicio de mesa ponía de manifiesto los buenos tiempos de la Monarquía Española. Aunque a todas las personas que se hallaban reunidas les había dado la chitadura por los estudios arqueológicos, debemos confesar que nada viejo saborearon, exceptuando, por supuesto, los vinos añejos, que hacen buen consorcio con las cañitas de manzanilla, avivan la imaginación y dan mayor apetito: los manjares eran deliciosos y tan frescos como las mozas que venden chufas en Madrid.
Conforme se vacia ban las copas y los platos. la conversación se hacía más animada, pero sin salirse, ni por un momento de las cuestiones atqueológicas: allí se discutió la procedencia de la piedra verde, usada como amuleto por los indios: se propuso el problema de la fabricación de las jovas idolos de oro: don José Ramón Mélida habló de la cerámica y demás manufactura prehistóricas de ambos Continentes. procurando cada cual lacer el rato más ameno para el resto de los convidados. Cuando se hubo terminado la comida, a las 11 y se disfrutaba apenas del placer que Colón legó al Viejo Mundo, entre el humo del tabaco, se le ocurrió uno de tantos proponer la cuestión del origen de los indios americanos: a esta peregrina idea, cuya discusión en serio reclamaba las horas destinadas a retirarse y dormir tranquilos en sus casas, contestó el que más sueño tenía: Según la Sagrada Escritura, Noe tuvo tres hijos: Sem, Cham y Jafet, los cuales se fueron después del diluvio, poblar respectivamente el Asia, el Africa y la Europa, pero se olvidaron de consignar en los Libros Sagrados que Noé tenía también un hijo natural destinado poblar el continente americano.
Efectivamente, agregó el Director del Museo Nacional de México, y por eso llaman los pobres indios, los naturales de América. ALFARO 559

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