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La enfermita (Para Páginas Ilustradas)
Gillet y Carmelita son dos canarios que en su jaula de amarillo alambre se besan, se espulgan y conversan. Hace varios días que Erlinda no ha venido; no he mos sentido los besos de su boca, ni la caricia de sus manos de armiño, tampoco hemos oído la música deliciosa de sus palabras. Estará enferma. Anda verla, Gillet, replicó Carmelita con dulce acento.
Gillet abrió la ventanilla de su cárcel y voló al balcón de la casita blanca; por un agujero penetró en la alcoba virginal.
Gillet volvió asustado. Qué hay? Por qué tiemblas. La alcoba está oscura, no hay más luz que el rayito de sol que cruza el agujero por donde entré.
La niña reposa en el blanco lecho: está pálida y silenciosa.
Aquellos gatitos primorosos, que antes jngaban con ella, hoy se divierten, solos, tirando de la muñeca de china. Erlinda tenía los ojos cerrados; los cabellos en desorden le caían sobre el albo pecho; la madre se acercó tem blando y le dió un beso; la niña abrió los ojos: jay! estaban tristes, muy tristes.
Gillet dejó de hablar, porque en ese momento un niño rubio les introdujo en la jaula un racimo de uvas y ambos llenos de júbilo se lanzaron picotear aquella fruta.
El sol se escondió tras las montañas; en el Oriente 562

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