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desplegó sus alas una lánguida mariposa de luz: la luna.
Era una noche blanca y rumorosa.
La madreselva que trepaba por el mismo balcón ha.
bló al rayo de luna. la enfermita? Está pálida como un nardo; quizá hoy sea la última vez que la encuentre. el rayo de luna alumbró el rostro de la virgen.
Sombras violáceas se dibujaban en el rostro de la niña, que ya sonreía, con esa sonrisa que solo tienen los ángeles del cielo.
Con la frente hundida en la almohada sẽ quedó dormida la madre; también Erlinda dormía, pero su sueño era inmenso.
Es una mañana de Abril.
La selva vecina despide aromas embriagantes; las flores abren su delicado broche; el sol ilumina los valles, montes y colinas: todo es encanto y poesía.
Gillet y Carmelita cantan alegremente; ya olvidaron Erlinda; hoy le dedican su himno de cristal al niño de ojos azules que pronto llegará con las uvas. Oh, el interés domina todas las virtudes.
JOSE DOMINGO MENDOZA San José, Setiembre de 1904.
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