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ra cuando ella nació, fue inscrita en el Registro civil como hija del Curial y de madre desconocida; al Curial, pues, corresponde entela patria potestad y él no se muestra dispuesto a abdicar su derecho sino cambio de diez mil pesetas; la madre no puede ofrecer tanto y él, en vista de eso, apela la justicia para que su hija le sea entregada y, tener así con ella en su poder, un arma más para vencer la desventurada que en otro tiempo creyó en sus juramentos.
La justicia, pues, se presenta en busca de la muchacha y se presenta muy inoportunamente: cuando se celebra en casa de ella una fiesta de familia. La casualidad hace que en aquellos momentos esté allí la Garriona, una muchacha amiga de la casa maltratada en la suya y bien vista en la de la cambianta.
La Gurriona se entera del caso, y aprovechando la circunstancia de que el Curial no conoce a su hija, se presenta como tal y logra que como tal la tengan y dejen en paz la familia para que pueda continuar y activar aún más los preparativos de boda.
El engaño, sin embargo, dura poco tiempo. El Curial lleva su supuesta hija una taberna, y la Gurriona, que se emborracha allí, deja escapar su secreto exponiéndose así las iras del malvado y exponiendo tambien su novio, al que el Curial invitó comer y beber con ellos.
En el último cuadro volvemos a la plaza del Rastro, donde ocurrió el primero (el segundo y tercero se desarrollan, respectivamente, en casa de la cambianta y en la taberna) y allí llega el Curial en busca de su verdadera hija; pero llega tarde: la muchacha se ha casado ya, la patria potestad es, pues, del marido y el padre nada tiene que hacer alli.
Además, el prendero, émulo de Gorón, ha encontrado una prueba fehaciente de que el Curial está complicado en un robo famoso, y el bandido se ve obligado a rendirse sin más beneficio que unas cuantas pesetas que la cambianta le regala caritativamente. De El Teatro, de Madrid)
IMITACIÓN En la calle de Sevilla, Un ministro. El pretendiente.
Esquina la de Alcalá, Un niño: Infeliz papa!
Ved lo que el mundo decía El cesante. Allà va Ernesto.
Viendo un cesante pasar: Ernesto. Me ha visto ya. Una mujer. Pobrecillo!
El cesante: Dame un duro.
Un dandy Qué cursi va! Sus hijos: Queremos pan. Un latinista: Ecce Homo! El pedido. Un duro menos!
Una chula. Que gabán. El que pidió: Un inglés más!
CARLOS OSSORIO GALLARDO 602
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