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Y sobre otra faz de Juan Valera quizá podría decirse de él, lo que él mismo dice de Martínez de la Rosa. ya que han pasado muchos años, lícito es afirmar que para canonizarle por santo no se halla otro inconveniente tropiezo que el de su excesiva ternura por el eterno y aún temporal femenino JOSÉ MARÍA DE PEREDA El ilustre novelista vive en Santander y asiste en la Primavera las sesiones de la Academia. Tiene como sesenta años, alto, moreno, de barba rematada en punta, de cabello abundante y de fisonomía tan distinguida como la de los caballeros españoles del siglo de oro, de los cuales heredó la pluma y el aire de valentía y de nobleza.
Castellano viejo, chapado la antigua, con todas las dotes del verdadero hidalgo. Hombre sano de cuerpo y de alma, de virtudes excelsas, franco en sus opiniones, modesto en medio de su gloria y de los triunfos que con sus obras ha alcanzado en España y en el mundo en que se habla la lengua de Cervantes. Príncipe de las letras castellanas que revive y fija con su brocha de oro, los caracteres enteros y nobles de su tierra querida, que una nueva y extraña civilización cambia incesantemente, pero no sin que esta misma civilización reconozca por acuerdo unánime de su Cabildo moderno, En cierta reunión decía Un banquero millonario: Los niños listos concluyen Por ser hoinbres mentecatos. replicó con viveza Un escritor afamado. Pues no hay duda, señor mío, Usté de niño fue un sabio! un cliente, un mal letrado. No haya le dijo cuidado, Que yo le defenderé. quién prorrumpió el cuitado Me defenderá de usté por más que me empeño por llegar temprano al polo no hay modo de que este maldito animal se muera de su puesto.
Con enojo literario Quise responder un bestia, Tan pesado como necio; por hablarle en su lengua, Probé rebuznar; no supe, le dejé sin respuesta.
que en honor del que describió aquel otro del Paderón de la Calle Alta, lleve el nombre de Rampa de Sotilesa, la elegante avenida que reemplaza lugares en que ocurrieron sucesos relativos la historia de aquella humilde callealtera, incomparable creación del insigne santanderino.
Iba Santander visitar Pereda. El tren pasaba por encima de aquellos vallecitos alegres que las altas montañas circandan. la izquierda se veían elevadísimos cerros cubiertos de nieve, nubes espesas y negras que 605

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