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En Bogotá se hallaba Andrés, cuando estalló la gigantesca guerra que asoló Colombia durante tres años, y como buen liberal que era, dejó su cátedra, colgó la lira y empu las armas. Después del desastre emigró Chile, siempre con su doliente lira y sus amados libros bajo el brazo.
La incuable nostalgia de grandes ideales y cruel escepticismo que roía sus entrañas, y las penalidades de la campaña, parece que minaban su naturaleza débil y soñadora, y el día que cumplió 30 años, hallándose en Santiago, hizo voto solemne de tornar a la amada tierra nativa para nunca más volver abandonarla. La nueva aurora lo eu.
contró decidido dejar la tierra adoptiva de Andrés Bello; y no se dió desde esa mañana punto de reposo para llevar cabo el unico ideal que aspiró desde que culminó la funesta edad de amargos desengaños.
Alma pura y sensible, al tiempo de despedirse de sus amigos, luchó como un niño al desprenderse de afectos entrañables y sinceros, el que había recorrido como ave viajera tantos pueblos sin haber comprometido sus afectos intimos.
Al fin zarpó la nave que lo conducía. En el Callao, al atracar el vapor, creyó estar enamorado de ma amiga, companera de travesía que allí reudía su viaje. poco andar, las brisas de la tierra nativa empezaron refrescar el erial de su alma.
Llega Buenaventura y abraza sus amigos que lo esperan con la botella y el jolgorio; pero él va desalado y toma en seguida el tren que debe conducirlo la estación de San José para de ahí seguir a caballo Cali, en donde está el hogar por tanto tiempo abandonado. Llega y confunde la madre y la hermana idolatradas en un estrecho abraza. y empieza desde ese momento para él ima saludable regeneración, que son para el espíritu enfermo y nostálgico, bálsamo eficaz los arrullos del hogar, las gratas fruiciones de los amigos de la infancia y las brisas de la tierra nativa cargadas con esas emanaciones campestres 611

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