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A propósito del libro de Gonzalo González HERNAN Para don Próspero Calderón Simpático granujilla! Sería un gomoso distinguido de la buena sociedad, si la fortuna, más pródiga con él que la naturaleza, le hubiera puesto en el bolsillo algunos cuartos.
Pero vino al mundo con muy mala sombra: la naturaleza, mezquina y ruin como un avaro, le concedió solamente 39 pulgadas de estatura ibien poca cosa si se tiene en cuenta que otros, con menos derecho a la vida, ocupan mucho espacio. y la fortuna, injusta para repartir sus mercedes, sola.
mente le consedió su caja de limpia botas.
Sin embargo, Hernán, no se queja de la suerte ni le pone motes al destino. Es todo un filósofo de la escuela de los estoicos.
Además. Para qué había de quejarse él, si le basta para ser dichoso con lo que buenamente le ofrecen los caballeros que quieren darse lustre.
en los botines Como en este tiempo de glorias fáciles no se hacen biografías exclusivamente de las personas ilustres y cualquiera puede aspirar ser biogra.
fiado con más o menos méritos para ello, pensé que la vida de esta grotesca figurilla de portal, podía ofrecerme más de un detalle interesante para una biografía y con este fin solicité un interview que me fue concedido en el acto y de la manera más cortés.
No tuve necesidad de ir a su casa porque él se presentó en la mía, flamante como se ve en el retrato que acompaña estas líneas, muy correcto, y oloroso Iris de Florencia. Las orejas no las llevaba del todo limpias, pero sin dar importancia este detalle, le invité sentarse y empecé el interrogatorio de esta manera: Recuerda Ud. joven, algunos incidentes de su nacimiento y puede, por ventura, referirme algunas de sus impresiones cuando estaba en la lactancia. Si la memoria no me engaña contestó. yo nací poco más o menos como nacen todas las personas, los principes inclusive; pero desde el primer momento comprendí que el destino me reservaba muy poca cosa y así se lo manifesté a la comadrona. Ella me dijo que de menos había hecho Dios otros prójimos y que si ponía de mi parte podía llegar a ser candidato la Presidencia por lo menos Ministro, y que en último caso podia dedicarme presbítero, ya que para esto lo que menos precisa es tener la cara bonita y el cuerpo airoso. Los primeros días de mi infancia se deslizaron tranquilos y relativamente felices. Mis aspiraciones eran entonces muy modestas y no fue sino hasta la edad de tres meses que tuve el primer disgusto, porque me dió la tos ferina, y casi, casi me voy al cielo en calidad de serafin de la corte con dos pesetas diarias. Más tarde me dió el sarampión y luego el cólera infantil, pero como la Providencia me reservaba para limpia botas de esta ciudad, y para diversión de las gentes, salí bien librado de la peste, mal haya, amén. Era Ud. muy pequeñin cuando tenía pocos días de nacido. Sí, señor cronista. Tenía, mal medidos, diez centímetros y medio, y por cierto que mi cuna, era una caja de las que vienen con puros de la Habana. Tenía un detalle en el cuerpo que era una verdadera monería y 617

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