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recuerdo que una señorita de mi vecindad, cuando vió el detalle, exclamo. Qué corronguera! sin poder disimular su entusiasmo. desde cuándo se reveló en Ud. la afición por el oficio de limpiabotas?
Tenía ocho meses, y ya hacía taces, cuando un día, recorriendo la casa gatas con la camisa recogida por medio de un nudo, la usanza de la gente del pueblo, hallé muy mano una caja de betún, y como no me había desayunado, me comí la mitad del contenido y desde entonces adquirí este color abetunado que tengo y pensé seriamente en el oficio de limpia botas ambulante.
Caramba! diga Ud. El oficio produce. Pshé! Muy poca cosa. Los caballeros de San José sólo me detienen para preguntarme por mi familia y rara vez me dan más de cinco centimitos. fuerza de economías he logrado comprarme este terno de smockin y esta chistera, pero estoy arrepentido porque ni por esas me admiten como socio del Club Internacional, no se ha enamorado Ud. nunca? Porque perfectamente podría Ud.
aspirar la blanca mano de una señorita de tantas como hay por ahí sin novio. Tiene Ud. un oficio, cosa que no tienen muchos de los que se casan con las damas de la aristocracia, y aunque no sea muy apuesto que digamos, creo que no faltará alguna solterona que abra el corazón de par en par y deposite en Ud. todo su cariño.
Lo creo; pero debo decir Ud. que no me seduce la vida matrimonial. He observado que los señores que se casan, no vuelven a darles lustre los botines, y esto es un mal síntoma. Además con este cuerpo, dige Ud. si puedo ser un marido como deben ser los maridos. Figúrese Ud. que un día de tantos no quiera no pueda satisfacer un capricho de mi mujer (y no pierda Ud. de vista que las mujeres tienen muchos caprichos) y va ella ay qué hace? Me coge de cualquier parte del cuerpo y me encierra en una gaveta me pone debajo de una sombrerera, con mengua de mi decoro y de mi autoridad de marido.
Razona Ud. como un académico. pero hay mujeres, amigo mío, más buenas que el pan y más dulces que una confitura que pueden hacer la felicidad de Ud. y de cualquiera.
Santo y bueno, señor cronista; Lo difícil es hallar una que nos venga como anillo al dedo, y en esta hipótesis, yo no tomaría esposa sino ad refferendum.
Dijo, y se marchó el granuja.
GONZALO GONZÁLEZ Agosto de 1901. UN CASO Liegó Juanillo cansatse De ste vida desdlehada, ayer por la madrugada salió dispuesto a matarse.
Sefue al mar, y en la corriente Lanzóne obstinado y fiero: Nas to advirtió un marinero lo saló diligente.
En su decisión formal Luego un arma preparo, Contra el pecho disparó. al fin. Nada! cargó mal!
Volvió a ensa, de Irn rojo, Cott el intento de shorcarse; Pero al ir a estrangularse Rompio el cordel, que era flojo, Postrer recurso ensayo, Empeando en su porria; Fingloyue algo le dotill, Ya medieo lami De saber haciendo atarde Lo pulsó don Nicomedes, les participo tistedes Que el entierro esesta tarde.
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