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La especie nueva Había entrado ya la estación seca, era fines de Enero de 1886 cuando me determiné pasar una o dos semanas en la costa del Pacífico, con el objeto de colectar pájaros para nuestra Exposición Nacional, que se llevó a cabo el 15 de Setiembre del año referido. Dichosas las épocas de la vida en que los estudios de colegio se hallan frescos aún. en que las novelas de Julio Verne mantienen en constante ebullición la inteligencia. en que el deseo de respirar el aire puro del campo impulsa la juventud hacia los montes!
Había escogido para mi centro de operaciones un lugar llamado Las Trojas, orillas del Río Grande de Tárcoles, lugar en extremo pintorezco principios del verano. Las márgenes del rio cubiertas de pasto verde amarillento. parecen el lazo de unión entre el color del agua y el verde intenso de los montes. Un aire seco y puro, a veces tibio, veces fresco debido a la brisa del mar que se desliza y asciende suavemente sobre las aguas del río, impulsa al trabajo y la contemplación de la naturaleza. El perfume de las flores y el canto de las aves que para otros pasan desapercibidos, atraen al estudiante de manera irresistible; las percepciones parecen adquirir cierta agudeza: los menores atractivos del bosque nos seducen. Cuántas veces me quedé absorto en la contemplación de una araña, que tegía su tela. con la misma admiración con que, algunos años más tarde, contemplé los cuadros de Murillo en el Museo de Pinturas de Madrid!
El rancho de Las Trojas se hallaba debajo de un frondoso árbol de balsa, cuya sombra marcaba el límite entre el calor ardiente del campo descubierto y la temperatura agradable del bosque sombrio. Mi campamento era un simple rancho de verano, liabitado por un viejo sabanero y su hijo: este último preparaba el cocido, asaba los plátanos maduros y cuidaba de que los zopilotes no se bañasen frecuentemente en leche.
Excelente oportunidad para colectar pájaros: por un lado las márgenes dei río. liabitadas por aves acuáticas de variados colores: luego los campos cubiertos de yerbas, y después el bosque, cada vez más alto medida que se aleja de la vega destinada a la engorda de ganado. Una hora de cacería en la mañan, suministra material para disecar hasta la puesta del sol.
En mi primera cacería maté un zahino, con lo cual tuve carne para almorzar y comer casi dos semanas. Cada especie que veía por primera vez me parecía una novedad. Nunca olvidaré el desaliento que me producían las cartas de don José, mi maestro de disección, cuando me decía. el pajarito negro con la cabeza roja. de que usted me liabla, es el Pipra montalis, el otro, rey de los traga moscas, como usted lo llama, porque tiene un copete precioso, extendido en forma de abanico, es el Juscizora mexicana; 634

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