Guardar

El toro no hizo más que cornear de nuevo al mal llamado César, y éste respondió con débiles zarpasos y mordiscos.
HORROROSO PÁNICO En una de las fuertes acometidas del toro, se salió uno de los barrotes de la jaula, al tiempo que se notó una gran cornada debajo de un brazuelo del tigre.
En las ansias de la muerte el felino se colgó del cuello del toro, elavando carras y dientes en aquella parte. El toro dió una tremenda saeudida, arrojando César contra una de las puertas de la jaula, abriéndose ésta y por ella confundidos salieron los dos animales la plaza.
El toro, al verse en libertad, recorrió toda la plaza, y el tigre se echó fuera de la jaula prepararse bien morir.
El pánico que en aquel momento se apoderó del público fué indeseriptible, pues el que menos ereia que la moribunda fiera iba subir a todas partes y destrozar a las 16. 000 almas que había en la plaza.
Esta ignorancia del público hizo que se produjeran sustos y desmayos por millares, pues las gentes se atropellaban, y presas de impotente terror, ganaban las puertas en grandes oleadas con una violencia aterradora, estrujándose y pisoteándose.
Los gritos de espanto de las señoras y niños hicieron más imponente y terrible el cuadro, y miles de personas rodaron por las escaleras sin hacer caso de los espectadores serenos que gritaban. No correr. El tigre está muerto. No hay peligro!
FUEGO CONTRA EL PÚBLICO Una sección de miquiletes armados de mausser bajaron al callejón de entre barreras y entonces sonaron muchos tiros.
Las balas se dirigían fusilar al tigre, que ya estaba muerto morihundo, y dando en los barrotes de la jaula, resbalaban y llegaban a los espectadores En seruida se empezó ver por diferente sitio que caían espectadores heridos de bala; también seguía la espantosa confusión en las salidas, y los que en la parte fuera de la plaza esperaban sus parientes y deudos estaban también alarmados, poseídos de horrible anciedad.
Por todas partes se oían ayes de dolor y gritos de espanto, siendo verdaderamente indescriptible el cuadro de horror. n zapatero bebió Más de lo que es menester, de un palo su mujer Tuerta y sin dientes dejó.
Dijole el juez. Es preciso Que se modere otra vez. él respondió: Señor juez, Ha sido solo un aviso.
614 Buscó, fin de no pagarme, Un tramposo de por vida, En un letrado salida Para la deuda negarme.
Al fin consiguió su intento Mi deudor, y de contado Pagó más al abogado. Qué justo agradecimiento!

    Violence
    Notas

    Este documento no posee notas.