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Lo que hablo entre dientes es que si su señoría ilustrísima me lo permitiera, yo también le haría una preguntita y había de verse moro para contestarmela de corrido.
Picóle la curiosidad al buen obispo y, sonriendo ligeramen1e, respondió. ver, hijo, pregunta. Pues con venia de su señoría, y si no es atrevimiento, yo quisiera que me dije e cuántos. Dominus vobiscum. tiene la misa.
El señor Chávez de la Rosa, sin darse cuenta de la acción, Jevantó los ojos.
Ah. murmuró el niño, pero no tan bajo que no lo oyese el ubispo. También él mira el techo.
La verdad es que su señoría ilustrísima no le había ocurrido, hasta ese instante, averiguar cuántos «Dominus vobiscum»
liene la misa. na escena con moti.
vo de incendio. Varias de las personas que con tribuyeron evitar que o destruyera el ist de limitzant Encantóle, y cra natural, la agudeza de aquel arrapiezo.
que desde ese dia le cortó, como se dice, el ombligo.
Por supuesto, que hubo amnistia general para los arrinconados.
El obispo se constituyó en padre y protector del niño, que era de una familia pobrísima de bienes, si bien rica en virtudes, y le confirió una de las becas del Seminario.
Cuando el señor Chávez de la Rosa, no queriendo transigir con abusos y fastidiado de luchar sin fruto con su cabildo y hasta con las monjas, renunció, en 1804, el obispabo, llevó entre sus familiares que lo acompañaron España, al cleriguito del «Dominus vobiscum. como cariñosamente llamaba su protegido.
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