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primera clase.
anarillos, han triunfado, naturalmente, los primeros; pero otra cosa será cuando tengan que habérselas con hombres blancos, de inventiva inagotable en las artes de la paz y de la guerra, de valor incontrastable y de supremo ímpetu avasailador. Los triunfos japoneses no habían quebrantado, pues, la creencia en la inferioridad de la raza amarilla. el mundo occidental nada temía, temía muy poco, del manifiesto engrandecimiento de un pueblo considerado radical irremisiblemente inferior, y, por ende, predes.
tinado a la derrota el día de un conflicto serio con una potencia blanca de Los triunfos obtenidos por la marina japonesa, debieron de empezar quebrantar la leyenda de la superioridad de los blancos; empero, en asuntos de marina, suelen entrar en juego tan diversos y complicados elementos que los hechos se prestan numerosas y varias explicaciones. Además, Rusia no ha sido primordialmente nación marítima y circunstancias de concentración de naves guerreras en un momento dado y de posible negligencia o de falta de preparación en un caso especial, podían aducirse para disculpar una derrota, sin que ésta afectara de manera definitiva el prestigio de la potencia blanca.
En tratándose de guerra terrestre, el imperio moscovita se ha considerado, desde tiempo inmemorial, pudiera decirse, con relación a la época presente, igual, sino superior, cualquiera de las grandes potencias militares. Lo vasto de su población y su propio sistema de gobierno, irresponsable y despótico, que permite el empleo de todas las energías nacionales, como dócil instrumento por una sola mano, facilitan la eficacia del militarismo en grado muy superior al que éste puede alcanzar en países en que existen trabas de opinión pública, de Parlamentos de consideraciones económicas internas internacionales.
Todas las fuerzas de Rusia reunidas están en las manos del Czar, investido con la noble púrpura de Emperador y de Pontífice.
El ejército ruso es incontable en su número, y si del éxito de su empeño pudiera abrigarse duda en guerra de invasión contra Alemania Austria, por ejemplo, nadie se atrevería tenerla, ni en guerra de defensa del suelo patrio, ni en guerra de invasión contra pueblos asiáticos, tártaros mongoles cualesquiera otros.
Los hechos truenan con estallido perdurable, de vibraciones imperecederas en la historia. Esa leyenda de superioridad ha sido reducida polvo por los japoneses en las márgenes del Yalú. Allí fueron vencidos los rusos, pesar de hallarse atrincherados, hechos prisioneros batallones enteros, cogida su artillería y puesto en fuga desordenada el grueso de su ejército. No cabe alegar la superioridad del número de los japoneses, porque con las modernas armas de precisión y de tiro rápido, las trincheras suplen grandes excesos de tropa, como recientemente se ha visto en incontables ocasiones.
En el arte de la guerra, al cual convergen todos los esfuerzos de los pueblos modernos, que empiezan por la educación del cuerpo, para que sea robusto, y del alma, para que sea audaz hasta la temeridad y desprecie la vida en servicio de la patria; que ha de estudiar toda clase de problemas de concentración, de movilización, de comisariato, de hospitales, hasta los de eficacia de armas de todo género y de las mil contingencias de la estrategia, 680
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