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ciencia de las formas, y nos preguntamos de dónde vienen y cómo se han formado los millones de organismos que pueblan la Tierra, nos encontromos de nuevo en presecia de dos doctrinas completamenta opuestas: la hipótesis de la creación sobrenatural y la teoría de la evolución natural. La primera, en contradicción manifiesta con todos los principios científicos que venimos defendiendo, y la segunda, que no sólo se armoniza con esos principios sino que también los confirma y es confirmada por ellos. La doctrina de la evolución está hoy sentada en bases tan sólidas que difícilmente podríamos encontrar un hombre de Ciencia, un naturalista serio que no sea partidario de ella. Así es que no creo necesario explicaros en qué consiste esa doctrina, que ya vosotros conocéis, seguramente; ni ennmeraros los fundamentos científicos sobre los cuales descansa. Pero pesar de los horizontes innensos que las teorías evolucionistas abrieron a la ciencia moderna; pesar de los grandes progresos alcanzados en nuestra época en todos los ramos del saber humano, es necesario confesar que aún no hemos logrado son lear sino un rincón insignificante del abismo inmenso donde la Naturaleza, egoísta y celosa, oculta sus secretos las miradas investigadoras del hombre. Ese océano infinito de lo desconocido bate por todos lados las riberas del saber humano y forma en los horizontes de nuestro entendimiento una densa neblina de misterios. Majestuoso impotente como todos los abisinos, él también marea los espíritus que lo contemplan. sólo así nos podemos explicar que el profesor du Bois Reimond, el sabio y profundo rector de la Academia de Berlín, al tratar de resolver el gran enigma de la conciencia humana, haya podido lanzar su famoso ignorabimus, con el cual terminó un discurso célebre en los anales de la Ciencia, Señores: Sed buenos marinos al explorar el océano de lo desconocido y que el canto falaz de la sirena no os conduzca jamás al naufragio intelectual, al desconsolador ignorabimus de du Bois Reimond. Sin olvidar jamás aquella frase del gran Bossuet: et nunc erudimini qui judicatis terram. sin abandonar la modestia que caracteriza al verdadero sabio, debéis lanzaros, sin temor y llenos de audacia y juvenil energía, surcar esos mares en la cara.
bela de la Ciencia, cual piratas atrevidos en busca y caza de los secretos de la Naturaleza, llevando por único ideal en vuestros corazones, la verdad, y en vuestro estandarte la palabra Excelsior!
San Salvador, septiembre de 1904.
CARLOS DARDANO Recôndita De Francisco Villaespesa ¿Corazón. Qué te pasa? Cada día que transcurre contemplo con espanto que se agotan las fuentes de tu llanto y hasta el volcán de tu pasión se enfría.
No te alegra el amor: ni tu energía se despierta a los golpes del quebranto, iy es que las gozado y padecido tanto que ya el dolor, como el placer, te hastía!
Nadie te anima y nada te conmueve, y despreciando quien te ofrece abrigo.
sepulcro buscas en tu propia nieve. Vuelve inspirar de nuevo mnis canciones!
mi única Musa, mi mejor amigo. en plena juventud no me abandones!
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