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rica es heroica abnegación. y en verdad que se necesita tener el arte en el corazón, poseer un verdadero talento y mucha disposición para luchar con afán, siempre constante, y la voluntad siempre viva, contra las numerosas dificultades que la enseñanza el culto de aquél presentan aquí, donde los medios, las facultades y el estímulo brillan por lo escasos y escatimados.
Se cree que el arte, y especialmente la música, no es más que un simple entretenimiento diversión y si así fuera no la hubieran elogiado ni estimado en tánto los grandes filósofos de todos los tiempos, desde Grecia, ni le concederían el lugar principal que en el orden sociológico y educativo le conceden hoy la mayoría de los gobiernos europeos y todos los hombres de erudición sano criterio.
Para aprender la música lo esencial es tener disposición y buen oído, aunque muchas veces por medio del estudio se llega perfeccionar este último. Se puede tener buen oído sin necesidad de saber tocar ningún instrumento.
No se crea, también, que por cuanto un niño va principiar el estudio de la música, no importe que el instrumento esté bueno no; al contrario, pues resulta que el niño se acostumbra oir mal lo que toca, y esto le hace perder el gusto. También depende mucho del primer maestro que se tenga, el llegar tocar bien; pues el que pone los simientos, siendo ellos malos, por más que haga es difícil que pueda perfeccionarse.
La cultura del oído ha llegado ser tal, que de la destemplada bullanguería, no digamos de los salvajes, sino de las músicas antiguas, cuyas armonías groseras no podían ni elasificarse, hay notable diferencia hoy que las personas especialmente educadas para un arte que es la filosofía y la poesía, han clasificado las armonías según las tendencias de autores y gustos de los pueblos.
Las dulces armonías que suenan místicamente en 723

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