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Pio 4 la barba de los clérigos Una correspondencia de Roma anuncia que se discute una cuestión grave. Se trata de si debe autorizarse los eclesiásticos usar la barba y dicen que Pio parece inclinado dar la autori.
zación. Por otra parte, nada tendría de extraño que el Santo Padre, con su propensión al arcaismo cristian. lleve a cabo, al par de la del canto gregoriano, la restauración de la barba de los clérigos.
Muchas gentes creen que la obligación de rasurarse los sacerdotes ha existido siempre en la Iglesia. Basta ver la serie de retratos auténticos de los papas, para convencerse de lo contrario.
Ninguna ley eclesiástica obliga a los colesiásticos suprimir la barba. Es solamente una costumbre.
Parece que no es sólo el sentimiento de arcaismo lo que mueve al Papa restaurar la barba: sino también la repugnancia que él personalmente experimenta hacia la navaja. En efecto: refiere un sacerdote veneciano que un día le dijo el patriarca Sarto (hoy Pío Una imposición que yo sufro de mala gana, es la de tener que afeitarme toda la barba. Recientemente, al recibir una peregrinación italiana que volvía de Tierra Santa, en donde hay que dejarse la barba para no ser la burla de los orientales, Pío X, la vista de aquel conjunto de caras tan generosamente cabelludas, exclamaba. Qué barbas!
qué barbas. y dirigiéndose todas aquellas buenas gentes, les dijo con aire de bonhomía. Yo conoci un cura que le tenia hurror la afeitada. más de una vez dijo: si algún día soy papa, daré inmediatamente permiso todos los eclesiásticos para usar la barba. Sabéis quién era ese cura. Los venecianos presentes se pusieron reir; ellos habian adivinado fácilmente quien era el cura. Pues sí, era yo continuo Pio y cumplo mi palabra de cura. Si algún sacerdote me pide el permiso, como cosa necesaria, no se lo rehusaré. Pero viendo un cura de Trevisa, quien conocía hacía años, le preguntó. Te dejarás ver de tus parroquianos con tu barba. No, no Santo Padre; me la haré cortar antes de llegar Treviso. Harás bien, pues te queda muy fea. ti no te daria yo el permiso. Se comprenderá la risa con que fué recibida esta ocurrencia del Papa.
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