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LA BALANZA Las arpas de oro se estremecen aún con la vibración de la última armonía, interrumpida de improviso; los cantos celestiales han cesado súbitamente; los ángeles dejan caer sus alas con tristeza; las inmensas claridades del infinito se han empañado, como temerosas de brillar; el silencio del cielo es formidable.
Va juzgarse una alma.
Por tribunal una balanza; por balanza una cruz salpicada de sangre siempre fresca.
Medio oculto en sombra fatídica que forma con sus alas negras, y de espaldas al cielo, está de pie ser lúgubre y sombríu esperando la hora vil del acusador, terrible, inexorable. En su rostro. lineamentos de perfidia, mirada de asechanza y sonrisa malévola que hiere como puñal.
En el sitial de la justicia brilla un inmenso foco de luz resplandeciente que sirve de aureola al juez austero, lleno de incomparable majestad.
Pero algo intimo y misterioso hace traición COSTUMBRES NACIONALES su designio de severidad Alrededores del Poas. Campesina conduciendo agua y su ministerio de rigor, porque aquella somFol, Trietin bra doliente de tristeza que vaga por su semblante, no es de juez sino de padre, y hay no sé qué ternura en aquellos ojos de cordero y en la dulce inclinación de su cabeza, que deja entrever mucho de inconsulta piedad y de imprudente misericordia. Luego, hay marcados en su frente golpes de caída, y en sus manos cicatrices de suplicio, y el corazón adivina que no ha de ser implacable en el castigo quien ha padecido amarguras de humillación y dolor de victima.
Al pie de la cruz gime la culpable. Desfallecida sobre sus rodillas, la túnica en desorden, quebrado el alabastro, amortecidos los ojos, suelto el cabello, inclinada la frente vergonzoza. 731

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