Guardar

aprieta sobre el pecho sus manos entrelazadas, con la convulsión de la culpa y el estremecimiento del terror.
Aún la sigue hasta este trance doloroso el ángel cándido, compañero familiar de su existencia, lanzando penosamente suspiros prolongados de tristeza inmortal, que denuncian el pesar su.
premo de los esfuerzos inútiles y de la esperanza en derrota.
Habló el maldito, y se elevó hasta la agonía la suspensión de las legiones celestiales, que cubrieron sus rostros inocentes con sus manos de armiño. Cada palabra era una culpa; cada culpa caía en el platillo de la balanza con enorme pesadumbre, inclinandola siniestramente del lado del abismo.
Allí cayó la liviandad, la impureza, el deshonor. y la balanza se inclinaba hacia el abismo.
El platillo de los mere.
cimientos estaba vacío.
Alli cayó la torpeza de los pensamientos, el de COSTUMBRES NACIONALES leite funesto, el goce inDescascarando café mundo. y la balanza se inclinó hacia el abismo con lúgubre crugido.
Calla el acusador. el silencio es pavoroso, la balanza vacila. el vértigo invade todos los espiritus. No hay quien defienda el alma infortunada? Quién, generoso, toma la voz de quien la pierde ahogada entre nudos de remordimiento. Va cerrarse el juicio fatal!
Incorpórase trabajosamente la acusada; pero no halla voz en aquel pecho de tempestades, ni en aquellos labios, trémulos de dolor infinito. Vencida de la agonía suprema, apoya su frente desfallecida en el madero ensangrentado.
Una lágrima solitaria, desprendida de sus ojos, cae de im.
proviso sobre el platillo vacio de la balanza, que, sacudida por una conmoción terrible, recobra de súbito el equilibrio.
Jesús abre los brazos, ruge el monstruo, prorrumpen deliciosos cantos celestiales, brillan claridades inefables.
Magdalena se ha salvado.
EDUARDO CALCAÑO Fot. Trip

    Notas

    Este documento no posee notas.