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Cuando Helio asomó su arrebolado rostro por los postigos de Oriente ya los enlutados sepultureros de Poé y los trinches de Prometeo, con octopus coronado vanguardia, circuían al extinto, propiciante de debere desconocidos, y estilete en facha, balbuceaban entre picos corvopardos el res ponsorio de la consumación el piadoso gus, gus, del descanso al aire libre Después, los huesos blanqueaban a través de los tiempos y de las in clemencias celestes, y hasta el nombre del fornido luchador desapercibid pasó para la patria. Quién se preocupó siquiera de la ausencia del certero tirador qu apostado con su compañía tras los picachos de los desfiladeros palomeab hombres en la caza salvaje? Aquel día dejó de responder. Presentex la listas, y isantas pascuas!
Los padres, los hermanos del zagaletón no le volvieron ver desde hora nefasta en que en nombre del derecho proscrito le sacaron del milpai la voluntad. del mecate, cambiándole la azada por el rifle.
La novia. que la tenía, y muy garrida. se canzó de esperar, hasta un año después de terminada la contienda civil, y no queriendo quedarse par tía, ni que la dejara el tren, armó de nuevo el señuelo de sus donaires sobr la pista de otro cazador. el derecho? Tan proscrito como antes. Así, al cabo de una epopeya fratricida y sin ideales, sacerdotiza de ciego instinto, la bestia humana desenjaulada, elimina de la universal arm nía centenares de miles de héroes anónimos en los campos de batalla, arras las ciudades y los campos con todos los productos del progreso y de la civ lización, en sus satánicas iras, dejando, no los mustios collados de que habl la clásica epístola, sino montículos de huesos humanos, cerros de superpue: tas calaveras y esqueletos, verdaderas pirámides macabras, en cuyas cuer cas craneanas que simulan flautas dolientes, chiflan, como pudiera en quena gemidoras y rústicas gaitas, tétricas rapsodias de ayes y sollozos los silfe nocturnales, cuajando con el alba en los grumos de rocío, nítidas lágrima los cierzos intemperantes.
La naturaleza es pródiga en maravillosas escenas y sorprendentes e pectáculos, cuya grandeza no comprende ni su hermosura siente el hombi silvestre, amador simplemente instintivo de esa ubérrima nodriza que el vilizado contempla en éxtasis de adiniración.
Aya de los mundos, ella siempre escancia el licor de la vida en la cop de la muerte, dictando objetivas lecciones a la necia humanidad.
He aquí su instructivo apólogo: fin de aparejar una era de cooperación, de bienestar y de justicia, Naturaleza, hipocrene de salud y de potencia, brinda sendo hospedaje en la escuetas oquedades alveolares, populosa colonia de enjambres apícola emblemas de la concordia y del trabajo, mostrando así la superioridad esos minúsculos insectos sobre los seres humanos, en cuyos encéfalos. fulminan, contrariando el dominio de la inteligencia, múltiples rayos de de trucción y de dolor, en vez de encausar y estender los afluentes de la dicl con los tributarios de la vitalidad.
Las metamorfosis de la materia y de la energía, son savia misma de vida y alma mater de los fenómenos universales. Madre natura. Tú eres la cristalización del redivivo fénix, y cuand el cosmos se sumerja en ondas caóticas, de aquel hipogeón surgirá al pun la luz de tu ciclópea pupila, tu fuerza creatriz y tu inmortal belleza!
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