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jar ramas monos colori cierta susta Un en tos de todas un centenar las que habi liares las funden ciert de Centro donde trans en la genera ma. Grande constantem ta su vist una buena dos tribus tito. Las ba nan siempre y jay del qu noso y se ve miedo que Mi Campamento (Notas escritas en la Frontera de Nicaragua el de Noviembre de 1890)
La descripción de mi campamento es por demás sencilla: un rancho de palma nos sirve de cocina y de depósito de víveres. tres carpas de manta barnizadas con cera y aceite forman los dormitorios, y una tienda de campaña militar abriga los instrumentos topográficos que han servido para trazar la línea fronteriza, desde la Bahía de Salinas hasta el río Sapoá.
Eso es todo; pero si dirigimos la vista al rededor nuestro, el aspecto varía: la sencillez se remplaza con una vegetación exuberante y lujosa, la vida animal se manifiesta alegre y bulliciosa, y las brisas del lago se confunden en un abrazo estrecho, sobre nuestro campamento, con el aire tibio que del mar se esparce sobre los montes circunvecinos. Dos arroyos de agua pura y cristalina constituyen las arterias de la loma en que está situada la vivienda; ambos arroyos nacen en la loma y van confundirse con las aguas del Pacífico, uno echándose en los brazos del río Naranjo, y el otro en los del Conventillos. Cuando el Sol comienza a dorar los liorizontes estas fuentecillas parecen misteriosas: una multitud de pájaros se disputan el placer de ser cada cual el primero en saludar al nuevo día con sus cantos melodiosos, distinguiéndose en primera línea las notas melífluas y siempre seductoras del pitorreal (1. que es de plumaje modesto y habita en la oscuridad de los matorrales.
tratando al parecer de ocultar así sus méritos de artista consumado.
Estos habitantes alados de la selva de seguro serían en absoluto felices, si de cuando en cuando algún gavilancillo no sacase con ellos la tripa de mal año.
Los monos son tantos y tan graFot. Paynter ciosos, que sin otro entretenimiento ellos serían capaces, por sí Señorita Celia Gargollo solos, de distraer el mal humor con sus contínuas piruetas y su mala crianza; la especie más pequeña no debiera llamarse cara blanca, porque no la tiene blanca sino amarillenta y su tamaño es mucho más pequeño que el de la que habita nuestra meseta central; su mala crianza se revela en la costumbre que tiene de arro(1) Cyphorhinus lawrencü, Sc.
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