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ENERO пап.
estrellada.
coreanas.
istos. Hay siles helaS. Con tristeza. Tan lejos. Yo quisiera ver Natasha otra vez. Pero ¿por quién vamos pelear, hermano? Después de reflexionar. Debe ser por Dios. Por la fe ortodoxa. Cómo puede ser por Dios? Siendo Todopoderoso no necesita de nosotros para defenderse. Sí; dices bien. No puede ser por Dios. Entonces ¿por quién podrá ser? Debe ser por la sagrada Rusia. Pero si Rusia es sagrada, Dios la defenderá. La sagrada Rusia no necesita de nosotros, pobres pecadores. Después de reflexionar de nuevo. Ya sé por quién, hermano. Es por el Czar. Por el Czar? El es tan poderoso. Sí, sin duda; el Czar es poderoso. Pero es poderoso por nosotros.
Hay miles y cientos de miles como nosotros con uniformes fusiles. por eso el Czar es poderoso. Ah! sí. Ya entiendo, debe ser por el Czar. Una bala japonesa llega silbando del otro lado del río. Mickel cae con un agujero en el pecho. Hermano! Hermanito! Haciendo esfuerzos para levantarse. Me alegro. el Czar. es poderoso. Muere. Llorando. Su anciana madre, su anciana madre. Una bala de Mandchuria, llegando de la ribera derecha del río, le da en la cabeza. Cae. Desearía mucho. Procurando levantarse) volver ver Natasha. Muere. Una mancha roja se abre sobre la nieve. En el horizonte se alzan las misteriosas montañas de Corea. El río Yalú truena en el abismo. La luna asoma entre dos cerros. Traducido de «L Europeen ANÉCDOTAS SUCEDIDOS ca) una cuna madre Cuando el General Grant era Presidente de los Estados Unidos, cierto amigo suyo fué verlo la Casa Blanca, el cual amigo se encontró allí con otro sujeto con quien tenía cuentas pendientes. Cambiáronse algunas palabras duras y de las palabras pasaron los hechos, logrando el amigo de Grant derribar su adversario y propinarle sendas bofetadas.
Tan luego como lo supo el General Grant, hizo llamar su amigo, y con indignación le afeó su conducta. John le dijo me habéis hecho ultraje como amigo, al mismo tiempo que la nación, cometiendo semejante desacato en la casa destinada al jefe de ella. Pido mil perdones, General; pero os aseguro que a pesar de mi «carácter» díscolo, pude contenerme hasta la tercer injuria. Pues ¿cómo estuvo eso? preguntó Grant en tono más suave. Muy sencillamente: la primera injuria que me lanzó era una calum nia y me contenté con reír; la segunda era un falso testimonio también, y no hice más que mirarle con desprecio; pero la tercera. La tercera qué. Que la tercera era verdad y no pude contenerme. Tuve que castigarlo sobre la marcha.
781 oficiales, lejos de
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