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Tres Soldados Traducción de Ramón Zelaya dos, invi los mad man eco bres prin el Y jine paus enot en baci nó: Co de a Tres grandes húsares, como tres fantasmas, caminaban al paso de sus caballos por la ruta de Saalfeld, cerca de Erfurth. Era la noche del primer encuentro de Yena, en donde Lannes, a la cabeza de los regimientos y 10. había macheteado la caballería de Prusia. En dónde es que estamos. preguntó el primer soldado. Yo no sé, dijo el segundo. Lo ignoro, repitió el tercero.
En el fondo, el lugar donde estuviesen les importaba poco: derecha á izquierda, aquí más allá, siempre iban donde más ardía el liorno.
Pero los húsares buscaban una fonda.
Tengo hambre, dijo media voz el primero. Tengo hambre, repitió el siguiente.
Tengo hambre.
Iban montados en tres caballos melados de largas patas, un poco peladas por el furor de las cargas, y que, cabeza gacha, una baba pesada colgando de las narices, la luz de la luna extendían en el polvo blanco del camino sus tres perfiles de araña.
Allá diviso una casa dijo el primer húsar. Yo percibo una luzagregó el segundo. Las veo dijo el último.
Se dirigieron entonces hacia la casa y la luz. Una vez llegados, se apearon de sus cabalgaduras.
Qué será esta casa, preguntó uno.
És una iglesia contestó otro. el último, abriendo una puertecilla de reja, entró al atrio, cultivado de flores. Entraron después en la iglesia, haciendo resonar sus botas en las baldosas. No habían caminado veinte pasos, cuando una luz pequeña se les fué acercando, hasta unos diez metros. Una sombra humana compareció y los interpeló así: Qué quereis? lo cual, llevándose la mano al kepi en signo de saludo militar. Noveno de húsares dijo el primero.
Noveno de húsares repitió el segundo.
Noveno de húsares.
Con eso creyeron haber dado todas las explicaciones deseadas.
La pequeña figura que les interrogaba era el cura. Este les hizo pasar su domicilio contiguo, y les dijo: Sentaos Los tres soldados pertenecían una compañía de élite. Soberbios, derechos y tranquilos en su dolmán rojo, tomaron asiento pausadamente, con ese no se qué de sobrenatural y angélicamente fuerte que caracteriza los brutos. Sin decir una palabra, desabrocharon el cinturón de su sable, colocaron sus respectivos kolbacks delante de ellos, y se pusieron esperar que la criada, temblorosa de terror, pusiera en la mesa algo que Durante una hora de espera, solamente se oyó la respiración fuerte de aquellos hombres que soplaban como bueyes. La comida está lista, dijo ruc fin el cura.
Al decir esto, el sacerdote se quedó mirando fijamente los solda786 zaro part dazo devo una das.
de qt habe verlo los garr: palı derri traj prim fins cho comer.
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